miércoles, 10 de junio de 2015

EL EVANGELIO DEL 10 DE JUNIO. MIÉRCOLES DE LA SEMANA X


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»

Mateo 5, 17-19
COMENTARIO


Hoy me cito a mí mismo de un comentario hecho no muchos días atrás.

El texto del evangelio de hoy es el típico que podemos utilizar para justificar casi todo lo que queramos. Me explico. Hay un cristianismo respetable que a lo largo de la historia se ha caracterizado por su legalismo; ser cristiano o no, para esta manera de vivir la fe, consistiría en vivir conforme a las legislaciones “canónicas” que la santa madre iglesia ha ido ofreciendo a lo largo de su historia; adecuarnos a la legislación es signo de fidelidad a la iglesia; las leyes nos permiten saber qué es pecado o no, cuantas veces hay que confesar al año, cuántas veces hay que comulgar cuantas, cuántas cuántas …



Y hay otro cristianismo respetable “liberado de la ley”, es decir, un cristianismo que más allá de lo canónicamente mandado u obligado busca más el sentido de lo que se cree y la identificación con lo que se cree.



Cuando leemos el evangelio de hoy los primeros dicen“¡ves, Jesús dice que hay que cumplir hasta la última tilde de la ley; en su caso la ley judía, en el nuestro, la católica.” Sin embargo, los segundos dicen: “el cumplimiento de la ley al que se refiere Jesús no es un cumplimiento externo de la ley sino que es, como diría san pablo el descubrimiento de la ley plena, que no es otra que el amor porque “el amor es la plenitud de la ley”. Y en palabras de San Agustín, “el que ama ya ha cumplido toda la ley”. Por tanto, una ley que no se vive con convicción, una ley que no se interioriza, una ley que no se convierte en vocación y en proyecto de vida, carece de sentido.



¿Quién lleva razón? Bueno… razón...razón,  lo que se dice razón… yo no me atrevo a discernirlo. Desde mi experiencia , hay personas que viven un “cristianismo legalista”, bien por tradición, bien porque han vertebrado así su fe y les va bien. Creo que esta opción es respetable. En el fondo todos nosotros hacemos todos los días muchas cosas simplemente porque lo mandan los cánones culturales del momento: nos ponemos trajes en las bodas, vivimos por el día y dormimos (poco) por la noche, mimetizamos comportamientos estereotipados a través de los medios de comunicación…; es decir, casi todo el mundo de un modo conscientemente inconsciente nos amoldamos a un patrón vital. ¿Lo hacemos por obligación? Yo creo que no. Lo hacemos porque vivimos en sociedad. No falta quien habla de la “tiranía de las modas” y de “los dulces encantos de las esclavitudes sociales”. En este sentido no voy a volver a repetir mi teoría sobre come sucumbimos ante las modas a la hora de elegir unas gafas de sol u otras.


Ahora bien, yo, en materia de fe, creo que me adhiero a los que piensan que cuando Jesús hablaba del cumplimiento de la ley, lo que estaba proponiendo era una “interiorización” de la ley. Dicho con otras palabras. Cumples la ley no cuando la respetas externamente, sino cuando la acoges con convicción y la pones en práctica con pasión. 

Si la santa madre iglesia, en unos de sus mandamientos sostiene que hay que ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar, esa ley se cumple no cuando vas a misa “por obligación” sino cuando, interiorizando el consejo, te planteas el sentido que tiene y actúas interiormente con convicción. En ese proceso de interiorización la ley se hace plena para ti, e incluso se transforma en otra distinta, más exigente. El cumplimiento externo (por obligación) pervierte la ley; la convicción interna la dignifica. 

Este ejercicio lo hizo el propio Jesús , ¿recordáis?: “se os ha dicho, no matarás, pero yo os digo, todo el que llame a un hermano imbécil será procesado”. 

Una ley interiorizada es mucho más exigente que el cumplimiento externo de la misma.

Trabajo tenemos para interiorizarla. ¡Buena aventura y no nos desesperemos por el camino!











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