Santa Bona, San Exuperancio, San Hesiquio, San Maximino y San Sisinio
Destacamos a:
Santa Bona
Bona
nació en Pisa hacia el año 1156, hija única de Berta, originaria de Córcega, y
Bernardo, marino.
Cuando
Bona tenía tres años el padre embarca y ya no vuelve, por lo que la
subsistencia de la pequeña familia de madre e hija se complica. Un sacerdote
agustino, el padre Juan, ayuda a Bona desde muy pequeña (desde los siete años,
indica la Vita) a encaminarse hacia el Señor, y pronto Bona concibe el deseo de
consagrarse.
Lo
hará en la orden de las Canonesas Regulares de San Agustín en el mismo templo
de San Martín en Pisa.
Su
vida fue de penitencia y de continuo diálogo con el Señor. De las muchas
visiones que tuvo recibió el impulso para llevar vida de peregrina: viajó a
Tierra Santa, a Roma, y también siete veces a Santiago de Compostela.
En
estos peligrosos viajes no sólo iba como peregrina a título personal, sino
también como ayuda, compañía y guía de los demás peregrinos, a quienes servía.
En
sus idas y venidas llegó a ser hecha prisionera de los sarracenos, de quienes
fue rescatada por mercaderes pisanos, que la devolvieron a su iglesia de Pisa
en 1175.
Murió
en 1207 (parece que el 1208 en el documento citado arriba es sólo un error de
copista), y a la fama de santidad que tenía ya en vida, se suman los muchos
milagros que se verifican en su tumba, y de los que los manuscritos conservados
en la catedral de Pisa dan cuenta.
“Cabalgar, viajar y cambiar de lugar recrean el ánimo”
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