lunes, 18 de mayo de 2015

EL SANTO DEL 18 DE MAYO

SAN FELIX

Hoy celebran su onomástica quienes tengan por santo a:

San Felix, San Dióscoro, Santa Tecusa, Santa Faína y San Potamón.

Destacamos a:
San Felix de Cantalicio

Félix nació en Cantalicio, cerca de Citta Ducale, en la Apulia. Sus padres eran campesinos, muy piadosos. Tan bien supieron educarle, que sus compañeros de juegos, cuando le veían acercarse, gritaban: «¡Ahí viene san Félix!» El santo pastoreaba las vacas desde niño, conducía a su rebaño a algún paraje tranquilo, donde pasaba largas horas en oración ante una cruz que había grabado en el tronco de un árbol.

Félix era tan alegre como humilde; jamás se dio por ofendido cuando alguien le injuriaba; en vez de responder groseramente, replicaba: «Voy a pedir a Dios que te haga un santo». El relato de la vida de los padres del desierto le produjo cierto deseo de seguir la vida eremítica; pero comprendió que era un género de existencia muy peligroso para él.

Todavía se hallaba en duda sobre su vocación, cuando un accidente vino a mostrarle la voluntad divina. Se hallaba un día arando un terreno con un par de bueyes nuevos, cuando su amo se acercó a él. Los animales, asustados por la presencia del propietario u otra razón, derribaron a Félix, quien trataba de contenerlos; aunque el arado le pasó por encima, el santo se levantó ileso.

Siempre andaba descalzo y portaba un cilicio erizado de picos; ayunaba a pan y agua, siempre que podía hacerlo sin llamar la atención y se contentaba con los mendrugos de pan que encontraba en el fondo de su alforja. Ocultaba celosamente los dones sobrenaturales que Dios le concedía; sin embargo, algunas veces, cuando ayudaba la misa, era arrebatado en éxtasis a la vista de todos y no podía responder al sacerdote. Por todo lo que veía y le acontecía, daba gracias a Dios; tan frecuentemente pronunciaba las palabras «Deo gratias», que los pilluelos de la calle le llamaban el hermano Deogracias.


El santo obró numerosos milagros después de su muerte y fue canonizado en 1712.

La gratitud siempre engendra gratitud. Ya lo dijo Tolstoi:

A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa.

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