EVANGELIO
Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: "El que compartía mi pan me ha traicionado." Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe recibe al que me ha enviado.»
Juan 13, 16-20
COMENTARIO
Creo que lo que realmente más fastidiaba
a los judíos en relación con la
personalidad de Jesús, era el hecho de que su “ser Hijo del Padre”, le convertía,
de hecho, en el único beneficiario de su “herencia”. Ellos, los judíos, tan
creídos de ser “pueblo elegido” no podían consentir que un judío “menor y
marginal” se adjudicara tal legado.
Como suele suceder en estos casos una
enorme atrofia de olfato padecían tales judíos. Yo entendería esa actitud por
parte de los judíos si la herencia hubiera consistido en un “trono” de gloria o
en un Reino Eterno por los siglos de los siglos amén. Pero no…al parecer , la
herencia fue una jofaina, una toalla y un par de maderos entre-cruzados.
Ni por asomo, los contemporáneos de
Jesús, se olían ese aroma heredado del Padre. Han pasado más de veinte siglos y
seguimos con los mismo. Todavía hay gente que en la Iglesia sueña con “hacer
carrera” de la que se ve y de la
que no se ve. Esta última es todavía más peligrosa, quizás porque se reviste de
esa humildad vaciada de su esencia que al final saca el filo: “o conmigo o
contra mi”.
La herencia por “ser Hijo del Padre” está claro
cuál fue: “Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus
discípulos, les dijo: «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el
enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros
si lo ponéis en práctica”.
Probablemente por este motivo los únicos “herederos” que quedaron a los pies de
la cruz fueron su madre –la mujer ya no estaba para echar a correr y además las
madres son expertas en “permanecer”- y Juan, el discípulo amado, que, sinceramente,
no sabía muy bien qué hacía allí y lo que le complicaba aquella “permanencia”.
De olfato, los judíos,
nos es que estuvieran muy bien dotados. La pregunta, en plan existencial, hemos
de recibirla nosotros ahora. Y nuestro olfato ¿cómo va?. Recibir la herencia
del Padre, por nuestra parte, “ser hijos en el Hijo”, es estar dispuesto a
recorrer cada día un camino alternativo que resulta ser “inversamente
proporcional” a lo que, a ojos de este mundo, significa “tener”, “poder” y
“figurar”.
El testamento está
abierto, el notario es gratis, basta con estampar la firma o en su defecto…
visitar al otorrinolaringólogo.