viernes, 6 de marzo de 2015

¡SALVEMOS LA CUARESMA!



Hay que ver cómo pasa el tiempo. El año pasado por estas fechas me tocó una reflexión sobre el mismo tema: la cuaresma. No es cuestión de repetir aunque he estado tentado porque el tiempo se me ha echado encima esta semana y ha llegado al viernes demasiado pronto. Pero “in extremis”, me ha venido a la cabeza una de mis innumerables manías que me atrevo a compartir esta mañana con todos ustedes.

Les propongo un reto amigos: ¡salvemos la cuaresma!, porque como sigamos así nos la van a robar. Si, cómo lo oyen, con los tiempos que corren nos acabarán robando este tiempo tan sagrado para los creyentes. Pero no crean, nos la vamos a robar nosotros mismos si persistimos en nuestro intento de volvernos más papistas que el papa, en tiempos en que el papa  no quiere ser papista.

Efectivamente, salvemos la cuaresma no sea que Isaías, el profeta, levante la cabeza y nos pille con un ayuno triste que sólo valga para cumplir con el canon eclesiástico pero que en nada afecte a los que no llegan a final de mes, los desahuciados de sus casas o a los que les falta lo imprescindible para vivir con la sensata dignidad de poder trabajar y comer por el día y descansar al anochecer. Si nuestro ayuno no consigue algo de esto, mejor dejarlo porque ofendería al propio Dios siendo la más actual expresión de ayunar entre riñas y disputas dando puñetazos sin piedad. No lo dio yo, como bien saben ustedes lo dice el Dios judío en el capítulo cincuenta y ocho del libro de Isaías.

Si, salvemos la cuaresma, no sea que nos pase también como a un colega de Isaías, Jonás, ¿lo recuerdan?, ese que se lo tragó por lo visto una ballena. El hombre, además de piadoso, era miedoso, pero sobre todo era orgulloso. Y esa mezcla de piedad, miedo y orgullo nos hace “perder la cabeza” y volvernos insoportables hasta para nosotros mismos. ¡pobre Jonás, cumplir, cumplió! Pero va el hombre y se enfada con Dios porque decidió ser Dios misericordioso. Una cuaresma que no nos haga más misericordiosos con las situaciones que necesitan de misericordia entrañable es una blasfemia que no se si merecerá de actos de desagravio, pero que indudablemente no coloca en el papel de jueces de todo, eso sí, vaciados de verdad.

Y finalmente salvemos la cuaresma de estas formalidades rancias que tienen la benevolencia popular pero que ofenden al propio Dios, si es que esto es posible. No puedo evitar un cierto cabreo espiritual, cuando oigo una y otra vez en los acostumbrados viacrucis de este tiempo eso de decirle al buen Dios “perdona a tu pueblo y no esté eternamente enojado”. Y me cabreo por qué se nos llena la boca de estrategias de “primer anuncio” del evangelio, pero luego no caemos en la cuenta de que es imposible creer en un Dios que este eternamente enojado, a no ser que el sujeto creyente esté tan enfermo como ese Dios que solo puede salir de ese enojo si yo lo ablando con mi canto. Ignoro quien compuso ese canto, pero está claro que no leyó bien el capítulo cincuenta y siete de Isaías y que luego se pasó al mismo Santo Tomás por algún by pass que nunca consiguió una adecuada conexión cerebral. Lo digo porque santo Tomás, el de Aquino, decía que entre las cosas que no podía hacer Dios una de ellas era encolerizarse.

Lo dicho, salvemos la cuaresma, y anunciemos en ella a un Dios eternamente enamorado, el Dios de Jesús.

Fco Jesús Genestal Roche

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