viernes, 6 de marzo de 2015

LA IMAGEN DE LA VIÑA




Esta parábola que acabamos de leer es una interpretación alegórica del texto de Isaías 5, 1-7, que compara al pueblo de Israel con una viña de la que Dios esperaba frutos, y en la que tan sólo halla violencia y lamentos. Más que una nueva parábola es repetir un texto del Antiguo Testamento adaptándolo a una nueva situación que vive la Iglesia. El simbolismo es el siguiente:

La viña es el pueblo de Israel. Los arrendatarios son los soberanos y jefes que ha tenido el pueblo. El propietario es Dios. Los mensajeros son los profetas. El hijo es Jesús de Nazareth. El castigo de los viñadores significa el rechazo del pueblo de Israel. Los nuevos labradores que entregarán frutos a su tiempo, es la iglesia de los gentiles, abierta al mundo entero y comprometida con hacer fructificar el mensaje de Jesús. Del texto de Isaías toma el relato evangélico detalles tan significativos como la descripción del entorno: la cerca, el lagar, la torre...

La muerte que dan al hijo del propietario de la viña es una clara alusión a Jesús, muerto a manos de los poderes judíos y romanos. La alusión a Jesús es más clara todavía si tenemos en cuenta que los labradores malos «agarrando al hijo lo empuja- ron fuera de la viña y lo mataron», en clara alusión a Jesús, a quien sacaron de la ciudad de Jerusalén para crucificarlo fuera de las murallas.

Pero cuando Jesús narró esta parábola todavía no existían las primeras comunidades, ni la joven iglesia se había extendido por toda la cuenca del Mediterráneo... ¿Qué imagen de la vida ordinaria tenía Jesús cuando narró esta parábola?

Según el profesor Joaquín Jeremías, Jesús debió tener ante su vista la situación en la que se hallaba la Galilea de su tiempo: muchos campos, -tanto viñas como cereales-, eran latifundios que pertenecían a personajes importantes. Muchos de estos propietarios vivían en el extranjero. Es fácil imaginar la rebeldía que sentían estos humildes agricultores ante los emisarios de los dueños que venían a cobrar tributos sin piedad. Tal vez esta situación histórica dio pie a la narración de esta parábola.

Sea como fuere, esta parábola subraya un eje transversal del evangelio: El ofrecimiento de la salvación a los pobres y sencillos. Los engreídos judíos han sido desplazados por el nuevo pueblo de Israel para el que ya no cuenta ni la raza ni la religión. Lo que cuenta es el corazón sincero que busca hacer fructificar el mensaje de Jesús.

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