Esta parábola que
acabamos de leer es una interpretación alegórica del texto de Isaías 5, 1-7,
que compara al pueblo de Israel con una viña de la que Dios esperaba frutos, y
en la que tan sólo halla violencia y lamentos. Más que una nueva parábola es
repetir un texto del Antiguo Testamento adaptándolo a una nueva situación que
vive la Iglesia. El simbolismo es el siguiente:
La viña es el
pueblo de Israel. Los arrendatarios son los soberanos y jefes que ha tenido el
pueblo. El propietario es Dios. Los mensajeros son los profetas. El hijo es
Jesús de Nazareth. El castigo de los viñadores significa el rechazo del pueblo
de Israel. Los nuevos labradores que entregarán frutos a su tiempo, es la
iglesia de los gentiles, abierta al mundo entero y comprometida con hacer fructificar
el mensaje de Jesús. Del texto de Isaías toma el relato evangélico detalles tan
significativos como la descripción del entorno: la cerca, el lagar, la torre...
La muerte que dan
al hijo del propietario de la viña es una clara alusión a Jesús, muerto a manos
de los poderes judíos y romanos. La alusión a Jesús es más clara todavía si
tenemos en cuenta que los labradores malos «agarrando al hijo lo empuja- ron
fuera de la viña y lo mataron», en clara alusión a Jesús, a quien sacaron de la
ciudad de Jerusalén para crucificarlo fuera de las murallas.
Pero cuando Jesús
narró esta parábola todavía no existían las primeras comunidades, ni la joven
iglesia se había extendido por toda la cuenca del Mediterráneo... ¿Qué imagen
de la vida ordinaria tenía Jesús cuando narró esta parábola?
Según el profesor
Joaquín Jeremías, Jesús debió tener ante su vista la situación en la que se hallaba
la Galilea de su tiempo: muchos campos, -tanto viñas como cereales-, eran latifundios
que pertenecían a personajes importantes. Muchos de estos propietarios vivían
en el extranjero. Es fácil imaginar la rebeldía que sentían estos humildes
agricultores ante los emisarios de los dueños que venían a cobrar tributos sin
piedad. Tal vez esta situación histórica dio pie a la narración de esta
parábola.
Sea como fuere, esta parábola subraya un eje
transversal del evangelio: El ofrecimiento de la salvación a los pobres y
sencillos. Los engreídos judíos han sido desplazados por el nuevo pueblo de
Israel para el que ya no cuenta ni la raza ni la religión. Lo que cuenta es el
corazón sincero que busca hacer fructificar el mensaje de Jesús.
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