sábado, 14 de marzo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY Y MAÑANA, 14-15 DE MARZO


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
–«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

Juan   3, 14-21

COMENTARIO


Generalmente, cuando celebro la Eucaristía, no rezo el Credo. Sé que hago mal…, ¡entendedme!... quiero decir que sé que la liturgia manda rezarlo, pero este pequeño “quiebro litúrgico” lo hago conscientemente. Es verdad que cuando alguien me lo critica, suelo decir que es porque digo muchas misas seguidas y así abrevio un poco. Sé que no cuela, pero para cuando el crítico quiere matizarme, yo ya estoy de camino hacia otro pueblo.


El responsable de que no rece el credo es el evangelio de hoy. Un evangelio “liado” donde los haya; pero precioso. Es preciso por dos motivos: en primer lugar, porque creo que coloca al ser humano en el lugar de decisión y responsabilidad que le corresponde. En segundo lugar, porque coloca la cercanía o lejanía de Dios (o lo que es lo mismo, la sensatez o insensatez de la fe) en el mundo real de la experiencia cotidiana y no un virtual mundo de conceptos y frases vaciadas de vida que nos equipararía a los papagayos, en este caso sin gracia. Me explico.

El llamado “juicio de Dios” no depende de Él, sino de ti. Tu decides en la vida: o vives en la luz o en la tiniebla. ¿Cómo se que vivo en la luz?. Pues lógicamente si veo y no tropiezo. Se acabó el “miedo” ante un dios arbitrario que me concede un poquito de su favor si yo me porto un poquito bien. Eso es una fe infantil e infantilizada.  Vives en la luz cuando los demás, tu entorno, la comunidad… encuentra en ti alguien que vive con lucidez. El juicio, por tanto, no es ante un dios inefable e inescrutable. El juicio es cada día, ante la vida y con la fuerza de tus decisiones.

Por otra parte, el final del texto de hoy nos dice cual es el criterio de la “lucidez” en la vida. Vivir en la luz, ser luz, iluminar la vida… no es otra cosa más que testimoniar lo que crees con tu vida, con tus obras de cada día, con tus decisiones, con tus apuestas, con tus motivaciones. Para el “Jesús” que nos anuncia San Juan, la luz y la vida coinciden

No es posible vivir en la luz y no cuidar la vida, la humanidad, la dignidad de tu persona y de las personas. Por eso, a mayor dignidad humana, más Dios, más Luz, más Cielo, más Salvación, mas….más… más.

El gran drama de nuestra Iglesia es pretender crear dos órdenes de vida, el santo y el profano, el espiritual y el terrenal, el de la gracia y el del pecado. “Así no hay quien viva”, y nos coloca en una esquizofrenia creyente que al final nos hace desertar o de la fe o de la vida. Sólo existe una vida, eso sí, con muchas dimensiones, quizás todas ellas necesarias.

Desde el punto de vista de la experiencia de fe, tan contradictorio es comulgar en misa y no vivir “con cierta coherencia” la vida, como vivir con “relativa coherencia en la vida” y sentir que no eres digno de la comunión. ¿Lo veis?: pura esquizofrenia creyente.

Bueno, pues por eso no rezo el Credo en misa: porque no se trata de “decir” lo que pensamos, sino de “vivir” lo que creemos

Por eso, bien haríamos en dejar unos instantes de silencio y “caer en la cuenta” (en misa) de lo que hemos vivido o no durante el día, la semana… Ese sería el mejor credo, y la mejor profesión de fe: la que nos permitiría re-conocer que Dios no es una palabra vacía y vaciada, sino que, me llena porque he decidido llenarme. Sólo entonces Él es Luz y yo lucidez.

PD: Perdón por la extensión de hoy, pero como llevaba dos días sin escribir os debía unas cuantas palabras, no sea que me reclaméis la parte proporcional del precio de la suscripción.

Podéis encontrar otro comentario que ronda el tema en el evangelio que leímos el día de la Exaltación de la Cruz en el mes de septiembre:

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