lunes, 9 de marzo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY, 9 DE MARZO


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: "Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio."
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Lucas   4, 24-30

COMENTARIO



¡Pues qué dijo Jesús para que actuaran con tanta violencia sus paisanos! ¿Quiénes eran aquella mujer de Sarepta y aquel Naamán? Ambos parecen los responsables de este acontecimiento.


Bueno, ésta es la clave del texto: la identidad de la viuda de Sarepta y de Naamán el Sirio. Estas dos personas eran extranjeras, no eran judías, eran paganas. Incluso, si nos ponemos un poquito exagerados, eran no-personas para el ideario moral de un judío “de orden” en aquel tiempo. Y eso de que Jesús se relacione con este “perfil” de personas y que, además, los ponga como especiales destinatarios de la oferta de Dios, suponía una provocación de tal calibre que no nos debe de extrañar la reacción del entorno.

El “nacionalismo” judío, dicho con palabras de hoy, era así de estrecho. Su visión de la bondad o de la maldad del ser humano estaba vinculado al linaje. En el fondo es una de las múltiples expresiones históricas de la importancia de la ideología entre los seres humanos.

El texto de hoy tiene una complicada actualización al contexto actual. Hemos de caer en la cuenta de que en tiempos de Jesús no había in-creencia; en todo caso había una creencia plural. Es decir todo el mundo creía en algún dios. La competencia era por identificar al único verdadero.

Hoy, esto se plantea de modos distintos. El gran problema evangelizador que se nos plantea a los cristianos no es por la “competencia de dioses” sino a causa de la indiferencia ante las “propuestas cristianas” o en todo caso por el surgimiento de nuevos dioses  o sentidos laicos de la existencia. Cómo situaros ante este hecho desde el punto de vista evangelizador es todo un reto para nosotros.

Este reto se nos plantea cuando se nos presentan “modelos morales” distintos a los “tradicionalmente cristianos”. ¿Qué hacer ante ellos? ¿Criticarlos? ¿Combatirlos? ¿Convertirlos? El problema es “muy fino”, porque cuando estos “modelos morales” son absolutamente contrarios a la “identidad cristiana”, quizás no quepa otra que situarnos críticamente ante ellos.

Por poner un ejemplo: desde la parábola del hijo pródigo o desde el “setenta veces siete” (la respuesta que da Jesús al número de veces que hemos de perdonar), esta claro que no cabe justificar en ningún caso la “pena de muerte”.

Ahora bien: ¿y cuando las cosas no están tan claras? Pongamos un ejemplo: el pensamiento oficial de la Iglesia es contrario a una visión del matrimonio que no sea estrictamente sacramental y para siempre.

Aquí, yo creo, que nos encontraríamos ante una posible aplicación de este texto. Desde ámbitos distintos a “nuestra tradición moral” (por decirlo de alguna manera), la praxis de muchas personas va por otro camino, y así van apareciendo distintos modelos de familia y distintos "proyectos vitales. El reto ya no es sólo intentar integrarlos en nuestra cosmovisión, a mi juicio, es incluso aprender de ellos, descubrir lo que revelan de la "condición humana" y dejarnos cuestionar.

El "no" por sistema y el juicio inmoral permanente, quizás coloque a la Iglesia en estos casos en el mismo lugar de aquellos que intentaban despeñar a Jesús. La diferencia es que, en este caso, muchos de los despeñados incluso dirán: "gracias a Dios".

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