viernes, 27 de febrero de 2015

SÓLO 1 MINUTO, VIERNES


INTERIOR-EXTERIOR

El sultán estaba desesperado por no encontrar un nuevo recaudador.
– ¿No hay ninguna persona honesta en este país que pueda recaudar los impuestos sin robar dinero? – se lamentó el sultán.
Acto seguido llamó a su consejero más sabio y le explicó el problema.
– Anunciad que buscáis un nuevo recaudador, Alteza – dijo el consejero-
– y dejadme a mí el resto.
Se hizo el anuncio y aquella misma tarde la antecámara del palacio estaba llena de gente. Había hombres gordos con trajes elegantes, hombres delgados con trajes elegantes y un hombre con un traje vulgar y usado. Los hombres de los trajes elegantes se rieron de él.
– El sultán, por supuesto, no va a seleccionar a un pobre como su recaudador – dijeron todos.
Por fin entró el sabio consejero.
– El sultán os verá a todos en seguida – dijo –
– pero tendréis que pasar de uno en uno por el estrecho corredor que lleva a sus aposentos.
El corredor era oscuro y todos tuvieron que ir palpando con sus manos para encontrar el camino. Por fin, todos se reunieron ante el sultán.
– ¿Qué hago ahora? – susurró el sultán.
– Pedid que bailen todos – dijo el hombre sabio.
Al sultán le pareció extraña aquella medida, pero accedió, y todos los hombres empezaron a bailar.
– Nunca en mi vida he visto unos bailarines tan torpes – dijo el sultán –
– Parece que tienen pies de plomo.
Sólo el hombre pobre pudo saltar mientras bailaba.
– Este hombre es vuestro nuevo recaudador – dijo el hombre sabio-
– Llené el corredor de monedas y joyas y él fue el único que no llenó sus bolsillos con las joyas robadas.
El sultán había encontrado un hombre honrado.

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