El evangelio de
este domingo nos presenta la figura de Juan el Bautista. Aparece vestido al
modo de los profetas del Antiguo Testamento. Los estudiosos de la Biblia
deducen que Juan Bautista, hijo de Isabel y Zacarías, pertenecía a la familia
sacerdotal de Abías; linaje que tuvo un papel importante por su oposición a los
gobernantes griegos que querían destruir la religión judía.
Los antepasados de
Juan Bautista rechazaron las influencias griegas que amenazaban con pervertir
la fe de Israel. Desde aquel momento perdieron relevancia y vivían en la montaña
de Judá, cerca de la ciudad de Jerusalén, pero apartados del poder y la
ascendencia política.
Juan Bautista debió
ingresar, a la edad de los cinco o seis años, en alguna comunidad de eremitas
del desierto para prepararse a ser «nazir» (Lc 1,15). Este calificativo quiere
decir que no se cortaría nunca el pelo, que no probaría bebida alcohólica alguna,
que viviría en castidad y que se dedicaría a la oración en el desierto, como un
eremita... (Actualmente se muestran a los turistas las cuevas en las que
habitaron estos eremitas del desierto de Judá, al sur de Israel, cerca de
Jericó )
Cuando Juan se hizo
mayor anunció el Reino de Dios con palabras y expresiones fuertes. Y tuvo un
grupo importante de seguidores, entre los cuales hay que contar a Jesús de
Nazareth. Se puede afirmar que Jesús de Nazareth se formó siguiendo a Juan
Bautista. De sus manos recibió el signo del Bautismo; gesto de sumisión que indica
que Jesús aceptó la doctrina de Juan Bautista.
Juan el Bautista se
atrevió a echar en cara la mala conducta del rey Herodes Antipas. (Herodes
Antipas: uno de los hijos de aquel Herodes el Grande bajo cuyo reinado nació
Jesús de Nazareth) El evangelio nos dice que Jesús y Juan eran primos. Pero del
análisis de los textos y las expresiones del evangelio sólo podemos deducir que
Jesús fue discípulo de Juan, el profeta que anunciaba la llegada inminente del
Reino de Dios y enseñaba a sus discípulos una forma nueva y libre de vivir.
Emparentar a Juan Bautista con Jesús significa que los primeros cristianos
reconocían las raíces judías de su fe, aunque con profundas novedades.
Prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesús no
es simplemente la ocasión de unos días llenos de ternura familiar e infantil.
El adusto profeta del desierto nos recuerda que ser cristiano nos compromete
para hacer realidad los sueños de paz y de justicia.
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