jueves, 11 de diciembre de 2014

ELIAS, JUAN Y EL REINO


Este breve pasaje del evangelio de Mateo nos trae a la memoria una de las figuras emblemáticas de estos días de Adviento: Juan Bautista, de quien Jesús hace el mayor de los elogios. Dice que no ha nacido de mujer nadie más grande que él. Pero inmediatamente añade que el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que Juan Bautista. Con esta expresión los evangelistas quieren decirnos que el tiempo del Antiguo Testamento ha terminado con la llegada de Jesús.

Ahora estamos en un tiempo nuevo, el de la oferta de la salvación de Dios a todos los seres humanos sin discriminación alguna. El tiempo de la llamada universal a congregarnos en la casa del Padre.

Para Jesús Juan Bautista es tan importante como lo fue el profeta Elías... Elías fue un antiguo profeta del siglo IX a.C. de quien se cuenta en el libro 2º de los Reyes que fue arrebatado al cielo en un carro de fuego. Los judíos interpretaban ese relato de una manera muy curiosa: decían que Elías sería enviado por Dios, desde el cielo, como el profeta de los últimos tiempos, para llamar a su pueblo a la conversión y prepararlo para recibir dignamente a su Mesías.

Pues bien, para Jesús, eso se ha cumplido en Juan Bautista. Él ha sido como el profeta Elías que precede al Mesías. El evangelio nos habla repetidamente del Bautista durante estos días. Es bueno recordar que él supo ser totalmente fiel a su misión indicando a sus discípulos que siguieran a Jesús y alegrándose de que Jesús tuviera más discípulos que él. El elogio que Jesús le hace nos habla de la seriedad que supone optar por el Reino: “Desde que vino Juan Bautista hasta ahora, el Reino de Dios se alcanza con fuerza y coraje...”.

Adviento es tiempo de preparación para recibir a Dios, presente en medio de su pueblo. Pero si no hay esfuerzo por renovar la vida y por compartir con los sencillos y necesitados del mundo, puede ser señal de que no nos estemos tomando en serio el regalo que Dios nos hace en esta Navidad. La “violencia” de que Jesús habla se refiere al esfuerzo personal y comunitario para vivir un estilo más evangélico y solidario.

En una cultura en la que asistimos al «crepúsculo del deber» y nos sumergimos en una «ética indolora», conviene aprender a tomar la vida entre las propias manos para dirigirla y orientarla.

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