Este breve pasaje
del evangelio de Mateo nos trae a la memoria una de las figuras emblemáticas de
estos días de Adviento: Juan Bautista, de quien Jesús hace el mayor de los
elogios. Dice que no ha nacido de mujer nadie más grande que él. Pero
inmediatamente añade que el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que
Juan Bautista. Con esta expresión los evangelistas quieren decirnos que el tiempo
del Antiguo Testamento ha terminado con la llegada de Jesús.
Ahora estamos en un
tiempo nuevo, el de la oferta de la salvación de Dios a todos los seres humanos
sin discriminación alguna. El tiempo de la llamada universal a congregarnos en
la casa del Padre.
Para Jesús Juan
Bautista es tan importante como lo fue el profeta Elías... Elías fue un antiguo
profeta del siglo IX a.C. de quien se cuenta en el libro 2º de los Reyes que
fue arrebatado al cielo en un carro de fuego. Los judíos interpretaban ese relato
de una manera muy curiosa: decían que Elías sería enviado por Dios, desde el cielo,
como el profeta de los últimos tiempos, para llamar a su pueblo a la conversión
y prepararlo para recibir dignamente a su Mesías.
Pues bien, para
Jesús, eso se ha cumplido en Juan Bautista. Él ha sido como el profeta Elías
que precede al Mesías. El evangelio nos habla repetidamente del Bautista durante
estos días. Es bueno recordar que él supo ser totalmente fiel a su misión
indicando a sus discípulos que siguieran a Jesús y alegrándose de que Jesús
tuviera más discípulos que él. El elogio que Jesús le hace nos habla de la
seriedad que supone optar por el Reino: “Desde que vino Juan Bautista hasta
ahora, el Reino de Dios se alcanza con fuerza y coraje...”.
Adviento es tiempo
de preparación para recibir a Dios, presente en medio de su pueblo. Pero si no
hay esfuerzo por renovar la vida y por compartir con los sencillos y
necesitados del mundo, puede ser señal de que no nos estemos tomando en serio
el regalo que Dios nos hace en esta Navidad. La “violencia” de que Jesús habla
se refiere al esfuerzo personal y comunitario para vivir un estilo más
evangélico y solidario.
En una cultura en la que asistimos al «crepúsculo
del deber» y nos sumergimos en una «ética indolora», conviene aprender a tomar
la vida entre las propias manos para dirigirla y orientarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinión.