El capítulo 15 de
san Lucas ha sido llamado "el corazón del evangelio". Nos transmite
unas parábolas muy características: las de la misericordia. Hoy leemos la de la
oveja descarriada y la de la moneda perdida. La parábola de la «oveja perdida»
es un clásico de la literatura judía.
La imagen del Buen
Pastor fue utilizada para definir a los grandes personajes del pueblo de
Israel: Abraham, Abel, Jacob, José, Moisés, David... El profeta Ezequiel
definió a Yahvé como el Buen Pastor, que realizaría en favor de su pueblo las
siguientes acciones: Hallar a las ovejas perdidas, recoger a las descarriadas.
Vendar a las heridas, curar a las enfermas. Congregar al rebaño, librarle de
oscuridad. Apacentar en jugosos pastizales. Ayudar a las ovejas flacas y
débiles. Ahuyentar a los animales dañinos. Ofrecer lugares seguros. Liberar de
la opresión y el yugo...
Jesús dice
claramente a los fariseos y publicanos que la actitud de Dios con pecadores y
sencillos es de misericordia total.
Para comprender la
parábola de la «moneda perdida», hay que conocer algo de las costumbres judías
de la época. La idea central es similar a la de la «oveja perdida» Las mujeres
de Palestina se colocaban un tocado en la cabeza que estaba cubierto de
monedas. Se trataba de un pañuelo de boda, que contenía una serie de monedas
adheridas y que, en caso de necesidad, eran arrancadas y utilizadas para
sobrevivir. Las monedas puestas solían ser de oro. Equivaldrían a esas pocas
joyas que tiene una mujer de nuestros días y que, en caso de apuro económico,
intentará vender para sostener y ayudar a la familia, pero sólo en caso de
mucha necesidad. La mujer a la que alude la parábola era una mujer muy pobre,
tan sólo tiene 10 monedas. En estos tocados solían ir adheridas más de 100
monedas.
La lección de este
evangelio se orienta hacia nuestra actitud para con los demás. Sería una pena
que estuviéramos retratados en los fariseos que murmuran por el perdón que Dios
da a los pecadores, o en la figura del hermano mayor del hijo pródigo que no
quería participar en la fiesta que el padre organizó por la vuelta del hermano
pequeño. ¿Tenemos corazón mezquino o corazón de buen pastor?
Jesús narró estas
parábolas para que aprendamos a imitar la actitud de ese Dios que busca a los
que han fallado, que les hace fácil el camino de vuelta, que les acoge, que se
alegra y hace fiesta cuando se convierten. ¿Acogemos nosotros así a los demás
cuando han fallado y se arrepienten? ¿qué cara les ponemos? ¿quisiéramos que
recibieran un castigo ejemplar? ¿les echamos en cara su fallo una y otra vez?
¿les damos margen para la rehabilitación, como Jesús a Pedro después de su
grave fallo? Si somos tolerantes y sabemos perdonar con elegancia, entonces nos
podemos llamar discípulos de Jesús.
El cristiano vive la actitud del Buen Pastor: busca
la oveja perdida y se desvive por ella. O como la mujer que pierde una moneda y
la busca y rebusca hasta hallarla.
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