El nombre de "purificación del templo" no es adecuado, porque no
se trata de purificar, sino de sustituir. El pasaje del templo lo hemos
entendido de una manera demasiado simplista. Una vez más la exégesis viene en
nuestra ayuda para descubrir el significado profundo del relato.
Como buen judío, Jesús desarrolló su vida espiritual en torno al templo;
pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se cocía no era lo
que Dios esperaba de los seres humanos. Es muy importante recordar que cuando
se escribió este evangelio, ni existía ya el templo ni la casta sacerdotal
tenía ninguna influencia en el judaísmo. Pero el cristianismo se había
convertido ya en una religión y podía caer en la tentación de repetir aquella
manera de dar culto a Dios.
Es casi seguro que algo parecido a lo que nos cuentan, sucediera realmente,
porque el relato cumple perfectamente los criterios de historicidad. Por una
parte lo narran los cuatro evangelios. Por otra es algo que podía interpretarse
por los primeros cristianos (todos judíos) como desdoro de la persona de Jesús:
no es fácil que nadie se lo pudiera inventar si no hubiera ocurrido y no
hubiera estado en las fuentes.
Nos han repetido, por activa y por pasiva, que lo que hizo Jesús en el
templo fue purificarlo de una actividad de compraventa ilegal y abusiva. Según
esa versión, Jesús lo que intenta es que al templo se vaya a rezar y no a
comprar y vender.
Esto no tiene fundamento alguno, puesto que lo que estaban haciendo allí
los vendedores y cambistas, era completamente imprescindible para el
desarrollo de la actividad del templo. Se vendían bueyes ovejas y palomas, que
eran la base de los sacrificios que se ofrecían en el templo. Los animales
vendidos en el templo para sacrificarlos estaban controlados por los
sacerdotes; de esa manera se garantizaba que cumplían todos los requisitos de
legalidad.
También eran imprescindibles los cambistas, porque al templo solo se le
podía ofrecer dinero puro, es decir, acuñado por el templo. En la fiesta de
Pascua, llegaban a Jerusalén israelitas de todo el mundo, a la hora de hacer la
ofrenda no tenían más remedio que cambiar su dinero romano o griego por el del
templo.
Jesús quiso manifestar con un acto profético, que aquella manera de dar
culto a Dios, no era la correcta. Imaginad que una persona entra en la
sacristía de una iglesia, se apropia del vino y las formas e impide que se diga
la misa. No se le juzgaría por apoderarse de unos gramos de pan y una mínima
cantidad de vino, sino por impedir la celebración de la eucaristía.
No podemos pensar en una acción espectacular. En esos días de fiesta podía
haber en el atrio del templo ocho o diez mil personas. Es impensable que un
sólo hombre con unas cuerdas pudiera arrojar del templo a tanta gente. Además,
el templo tenía su propia guardia, que se encargaba de mantener el orden.
Por si esto fuera poco, en una esquina del templo se levantaba la torre
Antonia, con una guarnición romana. Los levantamientos contra Roma tenían lugar
siempre durante las fiestas. Eran momentos de alerta máxima para las autoridades
romanas. Cualquier desorden hubiera sido sofocado en unos minutos.
Los textos que citan los evangelistas son la clave para interpretar el
hecho. Debemos tener claro que la Biblia no estaba dividida en capítulos y en
versículos como ahora. Era una escritura continua que ni siquiera separaba las
palabras unas de otras. Para citar la Biblia se recordaba una frase y con ella
se hacía alusión a todo el contexto.
Los sinópticos ponen en labios de Jesús una cita de (Is 56,7) "mi casa
será casa de oración para todos los pueblos"; y otra de (Jer 7,11)
"pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos".
El texto de Isaías hace referencia a los extranjeros y a los eunucos que
estaban excluidos del templo, y dice: "yo los traeré a mi monte santo y
los alegraré en mi casa de oración. Sus sacrificios y holocaustos serán gratos
sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los
pueblos."
Isaías está diciendo, que en los tiempos mesiánicos, los eunucos y los
extranjeros podrán dar culto a Dios. Ahora no podían pasar del patio de los
gentiles.
El texto de Jeremías (Jer 7,8-11) dice así: "No podéis robar, matar,
adulterar, jurar en falso, incensar a Baal, correr tras otros dioses y luego
venir a presentaros ante mí, en este templo consagrado a mi nombre, diciendo:
'Estamos seguros' y seguir cometiendo los mismos crímenes. ¿Acaso tenéis este
templo por una cueva de bandidos?"
Los bandidos no son los que venden palomas y ovejas, sino los que hacen las
ofrendas sin una actitud mínima de conversión. Son bandidos, no por ir a rezar,
sino porque solo buscaban seguridad. Lo que Jesús critica es que con los
sacrificios se intente comprar a Dios.
Juan va por otro camino y cita un texto de Zacarías (14,20) "En aquel
día se leerá en los cascabeles de los caballos: "consagrado a Yahvé",
y serán las ollas de la casa del Yahvé como copas de aspersión delante del
altar; y toda olla de Jerusalén y de Judá estará consagrada a Yahvé y los que
vengan a ofrecer comerán de ellas y en ellas cocerán; y ya no habrá comerciante
en la casa de Yahvé en aquel día".
Esa inscripción "consagrado a Yahvé" la llevaban los cascabeles
de las sandalias de los sacerdotes y las ollas donde se cocía la carne
consagrada. Quiere decir que en los tiempos mesiánicos, no habrá distinción entre
cosas sagradas y cosas profanas, Dios lo inundará todo y todo será sagrado, es
decir, ordenado al Señor.
Las personas no serán santas porque vengan a rezar al templo, su santidad
se hará presente en la vida ordinaria. En el Apocalipsis (Ap. 21.22) se dice:
"No vi santuario en la ciudad, pues el Señor todopoderoso y el Cordero,
eran su santuario."
La aplicación a nuestra vida del mensaje del evangelio de hoy, podría tener
consecuencias espectaculares en nuestra relación con Dios.
Si de verdad creyésemos en un Dios que está presente en todas y cada una de
sus criaturas, trataríamos a todas con el mismo cuidado y cariño que si fuera
Él mismo.
Nos seguimos refugiando en lo
sagrado, porque seguimos pensando que hay realidades que no lo son. Una vez más
el evangelio está sin estrenar.
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