sábado, 8 de noviembre de 2014

El templo, el TEMPLO, y los templos



El sentido fundamental del texto tal vez no sea la “purificación” del Templo, como afirman muchos autores, sino la “sustitución” del Templo. Jesús sustituye un Templo-Mercado, por otro Templo que es su propio cuerpo. El texto tiene como referencia histórica el Templo de Jerusalén que conoció Jesús: un magnífico edificio reconstruido por el rey Herodes el Grande y del cual vivían alrededor de unas 20.000 personas.

Jesús rechaza el templo por ser un mercado. En los sinópticos se rechaza por ser una cueva de bandidos. Pero, más allá del sentido literal-histórico del texto, tenemos aquí el sentido teológico. En la concepción religiosa de Jesús y los primeros cristianos, el templo deja de existir como edificio sagrado en el que se percibe la presencia de Dios. El lugar de la presencia de Dios pasará a ser la asamblea de los cristianos; «un edificio formado por personas, por «piedras vivas».

Los cristianos del primer siglo no disponían de templos. Se reunía por las casas o en sitios comunitarios como los cementerios (catacumbas). El templo ya no es un edificio sagrado, sino la comunidad, cuerpo de Cristo. Con este gesto Jesús se sitúa en la línea de los profetas.

La mayoría de los profetas rechazan tanto la monarquía davídica y el templo de Salomón, como obras contrarias a la voluntad de Dios. Todo templo termina convirtiéndose en mercado. (Hoy en día se ha constituido en Templo a la economía de mercado; sobre su altar se sacrifican a diario a los pobres y excluidos)

A partir del siglo IV, con Constantino y el nacimiento del imperio cristiano, resurge otra vez el templo. Esto traiciona profundamente el sentido cristiano del templo. La función del “templo” (más “casa de la comunidad” que santuario) es únicamente permitir la reunión de la asamblea cristiana.

El templo, entendido como espacio religioso donde se manifiesta la divinidad, es un concepto propio de las antiguas religiones de perfil pagano. Jesús sustituyó el edificio-templo por su propio cuerpo, y luego por su comunidad.

Los profetas del Antiguo Testamento levantaron su voz para proclamar que a Dios no le convencen tanto los ritos religiosos celebrados en el Templo cuanto la práctica de la misericordia y el perdón, el atender a los huérfanos y a las viudas, el practicar la justicia y el derecho...

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