viernes, 31 de octubre de 2014

JESÚS, LA CULTURA Y LA LEY



La tierra de Israel, y sobretodo la región de Galilea donde vivía Jesús de Nazareth y sus discípulos, estaba invadida por «asentamientos» de cultura griega, cuyos nombres silencian los evangelios. Por ejemplo, a escasos cuatro kilómetros de Nazareth había una gran ciudad de cultura griega llamada Sephoris. Algunos kilómetros más allá se alzaban las ciudades de Tiberias, Gerasa, Ptolemais... Urbes que contaban con teatro, anfiteatro, termas, hipódromo, gimnasio y todos aquellos elementos urbanísticos que definían a las ciudades de cultura griega.

Simultáneamente, la cuenca del Mediterráneo había sido invadida por multitud de comunidades judías. Estas comunidades judías sirvieron, en un principio, para la difusión del cristianismo. Los primeros cristianos vivieron desde sus inicios una «cultura de contaminación», donde se mezclaban lenguas, etnias y religiones diversas.

Los judíos residentes en Palestina vivían sumergidos en una religiosidad que sobrevaloraba el cumplimiento literal y meticuloso de las prohibiciones y tabúes en los que habían concretado la Ley de Yahvé. Jesús se opone a esta visión de la fe y pone por encima la solidaridad y la ayuda a los necesitados.

En este contexto el evangelio de hoy nos presenta un relato de curación: el de un enfermo aquejado de hidropesía. El episodio sólo aparece en el evangelio de Lucas. Jesús, invitado a casa de un fariseo para comer, se encuentra con un enfermo. Más que la curación en sí misma, lo que llama la atención es el contraste entre las dos preguntas que Jesús formula y el silencio por parte de sus interlocutores, que no saben cómo responder.

La enseñanza que ofrece este relato no es acentuar el carácter maravilloso de la curación realizada por Jesús; «el milagro». El texto pretende enseñar a los primeros cristianos que las leyes religiosas tienen su valor, pero que la misericordia y la acogida a quienes sufren son mucho más importantes.

Otra vez nos encontramos ante un Jesús que desborda las normas de su pueblo. No aparece como un contestatario, sino como aquel que va en busca de quien se halla en necesidad para ayudarle. Jesús subordina la norma a la persona.

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