Jesús utiliza el
clima de su tierra para arrancarle una enseñanza. Partiendo de las nubes y las
lluvias, del bochorno y el calor, Jesús recrimina a la gente su falta de
sensibilidad para comprender el mensaje de salvación que está aportando. El
israelita galileo de tiempos de Jesús miraba constantemente al cielo. Como
agricultores que eran, dependían de la lluvia. Jesús les observaba pendientes
de la climatología.
El clima que
conocían los campesinos de Galilea tenía las siguientes características: En
octubre comenzaban a caer las primeras lluvias, por lo que octubre y noviembre
eran los meses adecuados para preparar el terreno para la siembra y sembrar. En
enero volvía a caer lluvia abundante. En marzo y abril llegaban las primeras
lluvias tardías, muy importantes para las cosechas. Cuando faltan estas lluvias
tardías la cosecha corre un serio peligro. El rocío era muy abundante en mayo y
junio, constituyendo un elemento fundamental para que la recolección trajera
frutos.
El clima general de
Israel se regula mediante la lucha de dos vientos: el viento de poniente y el
de levante. Es el viento húmedo del mar (sur-oeste) quien trae las lluvias
durante los meses de octubre y enero, y las llamadas lluvias tardías de abril.
Por el contrario hay épocas del año en las que predomina el viento procedente
del desierto de Siria (levante). Éste último provoca la aparición de un clima
seco y cálido que hace subir las temperaturas por encima de los 30 grados.
El Mar de Galilea esta hundido a unos 200 metros bajo el nivel del Mar
Mediterráneo. A veces los vientos procedentes del Mediterráneo se encajonan
violentamente, formando en el lago tormentas de una media hora de duración,
capaces de levantar olas de hasta dos metros.
En el texto que hoy
leemos Jesús recrimina a la gente que sepan discernir los signos del clima, y
que no sepan comprender los signos que él ha hecho: Aquella gente no sabe
comprender la predicación de Jesús y los signos que ha realizado en favor de la
gente pobre, de los pecadores y necesitados del pueblo.
Por este motivo les
llama hipócritas y les invita a que aprovechen la última oportunidad que les
queda. Igual que un hombre prudente y sabio sabe reconciliarse antes de que le
lleven a juicio... así también aquellas gentes deben reconciliarse con Dios
antes que llegue el juicio y el fin de los tiempos.
El cristiano está
llamado a hacer una síntesis entre los valores evangélicos y los valores
positivos que emergen de la cultura actual; una síntesis entre fe y vida. Pero
esta síntesis no se halla escrita en ningún lugar; debe hacerse día a día,
provisionalmente, a medida que suceden los acontecimientos y se dan los cambios
culturales.
Cada generación de cristianos que transita por el mundo tiene el deber y el
derecho de expresar su fe con materiales culturales que les son propios. Para
ello hay que estar atentos a descubrir los signos de los tiempos. Hay que
sumergirse en un proceso continuo de reflexión para expresar la fe de forma
comprensible.
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