Al pie de la cruz
tan sólo se hallan: la madre, la tía, una amiga y un discípulo... escaso número
de personas si tenemos en cuenta los años de predicación, los apóstoles
elegidos con todo honor, los discípulos... incluso los leprosos, ciegos y
tullidos a quienes Jesús había curado.
La persona que más
se comprometió con Jesús fue su madre, a juzgar por el testamento que Jesús
pronuncia como última voluntad. Lo vemos detenidamente, confrontándolo con
documentos de la época. La escena está perfectamente delimitada: Cerca de la
cruz de Jesús se halla su madre, su tía, María Magdalena y Juan el discípulo.
La tradición
artística ha condicionado nuestras representaciones sobre la presencia de las
mujeres y de Juan «al pie de la cruz». La realidad histórica debió ser diversa,
si nos atenemos a los documentos antiguos que describen crucifixiones: Las
mujeres y Juan no estaban «al pie de la cruz» sino entre los espectadores, al
pie de la roca del Gólgota. Los soldados encargados de la ejecución permitían,
ante ruegos insistentes, que los familiares y amigos de los crucificados se
cercaran para dar el último adiós al condenado. En este contexto histórico
debemos situar las palabras de Jesús que contienen una recomendación legal y un
testamento para el futuro de su madre.
El testamento en
cuestión era necesario para que María quedase atendida. Su esposo José había
muerto. El resto de la familia había mostrado una actitud de rechazo hacia
Jesús. En el momento de la crucifixión María se había puesto inequívocamente de
parte de su hijo, lo que le sería perjudicial para participar en la «caja de
solidaridad para los pobres y las viudas» que a este fin tenía destinada la
sinagoga (una especie de «Cáritas» de aquellos tiempos). Por eso, Jesús no se
limitó a recomendar calurosamente a su madre a los cuidados del discípulo
amado, sino que dio fuerza legal a la relación materno-filial entre María y Juan.
La fórmula era muy sencilla. Bastaba con que alguien dijese: «Éste es mi hijo»
ante dos testigos para que efectivamente se convirtiese en hijo con todas las
consecuencias, según la ley oral judía.
Así fue cómo anunció Jesús su testamento momentos
antes de morir: «Mujer, éste es tu hijo» Y dirigiéndose a Juan: «Esta es tu
madre» Madre y discípulo cumplieron el testamento de Jesús, pues, «desde aquel
momento el discípulo la acogió en su casa».
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