Nunca sabremos qué ocurrió
exactamente en el monte de la Transfiguración. Los estudiosos de la Biblia ven
cómo en un mismo texto se mezclan elementos simbólicos con elementos
históricos. Aunque es difícil llegar a comprender qué es lo que históricamente
ocurrió, sin duda que nos hallamos ante una experiencia de intensa oración y
profundidad religiosa que impresionó vivamente a los primeros discípulos.
La tradición sitúa esta
manifestación de Jesús sobre el monte Tabor; altura de 558 metros desde la que
se domina una amplia visión de la llanura de Esdrelón, famosa por su fecundidad
en la producción de cereales.
Atendiendo al análisis literario
y estructural, una cosa parece cierta: El evangelista, cuando elabora el
relato, tiene en su mente el pasaje del libro del Éxodo (Ex. 24) en el que
Moisés sube a la montaña santa para recoger las tablas de la Ley. Aquí
encontramos la primera intención del evangelista: Comparar a Jesús con Moisés.
Moisés subió al monte Sinaí a recoger las leyes del pueblo elegido por Dios.
Jesús sube a la montaña porque él es el creador del Nuevo Pueblo de Dios, que
serán las comunidades cristianas. Moisés bajó resplandeciente; Jesús
resplandece.
Un segundo dato importante es la
actitud de Pedro: desea construir en el lugar «tres tiendas», en clara
referencia a la «Tienda del Encuentro»; especie de santuario portá- til
utilizado por los israelitas durante el Éxodo, cuando eran nómadas. En la
Tienda del Encuentro residía la presencia de Yahvé. Pero a Pedro no se le deja
construir este santuario portátil. La presencia de Jesús glorificado ya no se
ciñe a un sitio concreto.
La transfiguración de Jesús nos
pone frente a lo que Jesús desea de sus seguidores. Jesús quiere que sus
seguidores estén convencidos de que el final de su vida no es la muerte y el
sacrificio, sino también la transfiguración de sus personas, la Resurrección.
Este relato subraya una
importante característica del cristianismo: El discípulo de Cristo no puede
quedarse en una visión negativa de la persona y la historia. El mensaje es
positivo y optimista: Más allá de las dificultades, el dolor, las vicisitudes
de la humanidad... el creyente tiene motivos para confiar que se abrirá paso el
bien y la bondad.
El ser humano no es basura. La
historia que construyen las personas no es un camino hacia la destrucción.
Frente a las dudas sobre el sentido de la existencia humana y la historia, Jesús
proclama un optimismo radical.
El cristiano
se sitúa en esta línea de reflexión y acción. Con frecuencia los cambios
históricos nos sumergen en dudas. Rondamos la tentación de pensar que esta
civilización está abocada al mal. El evangelio de hoy proclama que la muerte y
el dolor no es el final. La historia tiene un sentido positivo.