miércoles, 6 de agosto de 2014

LA TRANSFIGURACIÓN



Nunca sabremos qué ocurrió exactamente en el monte de la Transfiguración. Los estudiosos de la Biblia ven cómo en un mismo texto se mezclan elementos simbólicos con elementos históricos. Aunque es difícil llegar a comprender qué es lo que históricamente ocurrió, sin duda que nos hallamos ante una experiencia de intensa oración y profundidad religiosa que impresionó vivamente a los primeros discípulos.

La tradición sitúa esta manifestación de Jesús sobre el monte Tabor; altura de 558 metros desde la que se domina una amplia visión de la llanura de Esdrelón, famosa por su fecundidad en la producción de cereales.

Atendiendo al análisis literario y estructural, una cosa parece cierta: El evangelista, cuando elabora el relato, tiene en su mente el pasaje del libro del Éxodo (Ex. 24) en el que Moisés sube a la montaña santa para recoger las tablas de la Ley. Aquí encontramos la primera intención del evangelista: Comparar a Jesús con Moisés. Moisés subió al monte Sinaí a recoger las leyes del pueblo elegido por Dios. Jesús sube a la montaña porque él es el creador del Nuevo Pueblo de Dios, que serán las comunidades cristianas. Moisés bajó resplandeciente; Jesús resplandece.

Un segundo dato importante es la actitud de Pedro: desea construir en el lugar «tres tiendas», en clara referencia a la «Tienda del Encuentro»; especie de santuario portá- til utilizado por los israelitas durante el Éxodo, cuando eran nómadas. En la Tienda del Encuentro residía la presencia de Yahvé. Pero a Pedro no se le deja construir este santuario portátil. La presencia de Jesús glorificado ya no se ciñe a un sitio concreto.

La transfiguración de Jesús nos pone frente a lo que Jesús desea de sus seguidores. Jesús quiere que sus seguidores estén convencidos de que el final de su vida no es la muerte y el sacrificio, sino también la transfiguración de sus personas, la Resurrección.

Este relato subraya una importante característica del cristianismo: El discípulo de Cristo no puede quedarse en una visión negativa de la persona y la historia. El mensaje es positivo y optimista: Más allá de las dificultades, el dolor, las vicisitudes de la humanidad... el creyente tiene motivos para confiar que se abrirá paso el bien y la bondad.

El ser humano no es basura. La historia que construyen las personas no es un camino hacia la destrucción. Frente a las dudas sobre el sentido de la existencia humana y la historia, Jesús proclama un optimismo radical.

El cristiano se sitúa en esta línea de reflexión y acción. Con frecuencia los cambios históricos nos sumergen en dudas. Rondamos la tentación de pensar que esta civilización está abocada al mal. El evangelio de hoy proclama que la muerte y el dolor no es el final. La historia tiene un sentido positivo.