jueves, 7 de agosto de 2014

EL PODER DE LAS LLAVES




El nombre originario de Pedro era «Simón». Nombre de fuerte carga nacionalista judía. Natural de una aldea llamada Betsaida que se traduce como «Casa de los pescadores».

Cuando fue arrestado por el Sanedrín, tras la muerte de Jesús, este tribunal judío afirmó que se trataba de un hombre «inculto», termino que se refiere a la carencia de instrucción en las leyes judías.

El evangelio de Marcos hace referencia a la suegra de Pedro. Estaba casado. En la carta de Pablo a los Corintios, el mismo Pablo nombra, de pasada, a la esposa cristiana de Pedro. (I Cor 9,5) Aunque se llamaba Simón, Jesús le cambió el nombre para expresar la nueva misión que iba a desempeñar en el seno de la comunidad cristiana: Cefas (piedra). Sobre la solidez de este apóstol, Jesús piensa construir la futura comunidad de cristianos.

Momento importante del texto es la afirmación de Jesús: «Te daré las llaves del reino de los cielos» Esta imagen era muy conocida en la antigüedad y en el Antiguo Testamento. Siguiendo al P. Benoit, la imagen hacer referencia a la autoridad que un rey otorga a su visir. Pedro es nombrado por Jesús «primer ministro» de su Iglesia. Le confiere autoridad no sólo para gobernar a la masa del pueblo, sino también a los gobernadores.

«Atar y desatar» es un término rabínico que expresa la responsabilidad sobre una comunidad. La misión de Pedro va a ser la de mantener la identidad del Reino y definir lo que está en favor del Reino o en contra de él.

Pero la persona que recibe todas estas responsabilidades es también un humilde discípulo de Jesús. Humilde y cobarde en su fe, porque negará conocer al Maestro pocas horas antes de la crucifixión de Jesús. Este texto no podemos interpretarlo en los términos de una ceremonia de “entrega de mando”, ni como justificación de las estructuras de poder que ha construido la iglesia a lo largo de la historia.

El evangelio de hoy debe ser entendido desde la siguiente perspectiva: Jesús ha entregado su vida para abrir las puertas de la salvación a todos. Pedro es continuador privilegiado de esta tarea. Su misión tiene sentido en la medida en que continúe la obra de Cristo: abrir las puertas de la salvación a todos.

La Iglesia somos todos y hemos de facilitar a todos el sentido de cada una de nuestras historias