El nombre originario de Pedro era
«Simón». Nombre de fuerte carga nacionalista judía. Natural de una aldea
llamada Betsaida que se traduce como «Casa de los pescadores».
Cuando fue arrestado por el
Sanedrín, tras la muerte de Jesús, este tribunal judío afirmó que se trataba de
un hombre «inculto», termino que se refiere a la carencia de instrucción en las
leyes judías.
El evangelio de Marcos hace
referencia a la suegra de Pedro. Estaba casado. En la carta de Pablo a los
Corintios, el mismo Pablo nombra, de pasada, a la esposa cristiana de Pedro. (I
Cor 9,5) Aunque se llamaba Simón, Jesús le cambió el nombre para expresar la
nueva misión que iba a desempeñar en el seno de la comunidad cristiana: Cefas
(piedra). Sobre la solidez de este apóstol, Jesús piensa construir la futura
comunidad de cristianos.
Momento importante del texto es
la afirmación de Jesús: «Te daré las llaves del reino de los cielos» Esta
imagen era muy conocida en la antigüedad y en el Antiguo Testamento. Siguiendo
al P. Benoit, la imagen hacer referencia a la autoridad que un rey otorga a su
visir. Pedro es nombrado por Jesús «primer ministro» de su Iglesia. Le confiere
autoridad no sólo para gobernar a la masa del pueblo, sino también a los
gobernadores.
«Atar y desatar» es un término
rabínico que expresa la responsabilidad sobre una comunidad. La misión de Pedro
va a ser la de mantener la identidad del Reino y definir lo que está en favor
del Reino o en contra de él.
Pero la persona que recibe todas
estas responsabilidades es también un humilde discípulo de Jesús. Humilde y
cobarde en su fe, porque negará conocer al Maestro pocas horas antes de la
crucifixión de Jesús. Este texto no podemos interpretarlo en los términos de
una ceremonia de “entrega de mando”, ni como justificación de las estructuras
de poder que ha construido la iglesia a lo largo de la historia.
El evangelio de hoy debe ser
entendido desde la siguiente perspectiva: Jesús ha entregado su vida para abrir
las puertas de la salvación a todos. Pedro es continuador privilegiado de esta
tarea. Su misión tiene sentido en la medida en que continúe la obra de Cristo:
abrir las puertas de la salvación a todos.
La Iglesia
somos todos y hemos de facilitar a todos el sentido de cada una de nuestras
historias