EN COLABORACIÓN CON EL OBJETIVO DE HELLÍN
No, no voy a escribir de Joaquín Sabina
utilizando la letra de esa conocida canción de mediados de los ochenta que Luis
Eduardo Aute, casi improvisadamente, le dedicó. Es que con todo este affaire de
las elecciones, me ha venido a la cabeza el pensamiento de un conocido mío en
relación a su posicionamiento político hace ya más de veinte años. Le he
llamado para decir que le iba a citar utilizando su nombre pero, dado el
dinámico mercado de la telefonía, ha debido cambiar de número y sin pedirle
permiso no quiero utilizar su nombre, muy característico, por cierto. Por
eso, pongamos que hablo de Joaquín.
Pues bien, Joaquín es un hombre muy
sencillo, de formación académica muy elemental, pero que por azares de la vida,
tiene una formación política de la que hacía gala y una reciedumbre moral, a mi
juicio envidiable. Los jugos gástricos del estómago (implacables cuando gritan)
le urgieron a trabajar desde muy joven de albañil y cuando llegaba a las
pensiones en las que habitualmente vivía entre semana (porque el siempre vivió
ya con esto de la movilidad laboral), de pie y paseando por la habitación para
no dormirse, dedicaba cada día una hora de su tiempo a leer a los clásicos de
la economía que su formación sindical y cristiana le facilitaban.
A comienzo de los 90, cuando le conocí, me
decía: “Genes, yo no se que piensas tu, pero yo en asuntos económicos, soy de
izquierdas, y en asuntos de moral de derechas”. ¿A quién votas? – le preguntaba
yo-. “Pues ese es el problema, -me contestaba él-, que no encuentro a quién?” .
Más allá de la cuestionable diferencia que Joaquín establecía entre moral y
economía -¡cómo si la economía pudiera estar fuera de la moral!- yo entendía lo
que él quería decir, y creo que ustedes también (aunque sea muy matizable).
Me imagino que su trauma iría en aumento
cuando, en la primera década de este siglo XXI el estrabismo político
circundante lo rematara, al comprobar que la izquierda política no tenía más
remedio, si quería gobernar, que culminar su proceso de puesta de largo ante los
mercados de turno; y la derecha política, si quería enrollarse con la movida
electoral dar la bienvenida a los nuevos usos morales que, vividos en privado,
no tendrían porque hacer mal a nadie. Hace tiempo que ya no veo a Joaquín, pero
hoy me muero de ganas de volver a preguntarle, “Joaquín ¿a quién votas?
La pejiguera situación electoral y
política de España después de las elecciones europeas y de la cesantía del rey hace que me haya acordado de
Joaquín. A él, el bipartidismo no le servía, lo consideraba raquítico y de
escasas miras desde el punto de vista de la libertad. Es verdad que, según el,
los bipartidistas nos hacían creer que la unión hace la fuerza, opero hoy me
doy cuenta que también disminuye la inteligencia. Prueba de ello son los dos
grandes argumentos electorales que nos han regalado nuestros líderes
bipartidistas en las última elecciones europeas. Porque no me negarán que
dichos argumentos no han pasado de se una afirmación de género: yo, por ser
hombre o por ser mujer, soy más válido que tu; o una afirmación de número: o me
votas a mi, que soy grande o tu voto no valdrá para nada. ¡ Y se quedan tan
panchos! Me imagino a Joaquín diciendo que éstos en su vida la única libertad
que anhelan es la de poder elegir entre la coca cola y la pepsi, eso sí,
sentados en “business”.
Y el “séptimo día” surgió Podemos… y Vox…
y toda la corte que rinde homenaje a la ultima versión de la postmodernidad: la
fractura de las ideologías y en consecuencia la fracturación de la política y
sus mediaciones partidistas.
Yo, que no suelo ser tentado ni por
el pesimismo existencial ni por la
apocalíptica bíblica, auguro un futuro muy incierto a este fenómeno
sociológico. Esta ruptura de la política al uso les ha pillado “descansando” a
las grandes partidos políticos en el momento en que ha llegado el parto
europeo. Pero despertarán. Los recién nacidos (los mini-parties) estarán
entretenidos con sus rabietas ante un mundo que caracterizarán, todo él, como
absurdo, y caerán en la trampa en la que caen a la larga todos los
adolescentes, a saber, estar contra todo y a favor de la nada. Y esa será su
perdición.
La gran pregunta que tendrá que hacerse la
sociedad civil es: ¿PodRemos?....
con ( o a pesar de) Podemos, Vox….
Pero de esto hablaremos otro día.