lunes, 24 de febrero de 2014

SÓLO 1 MINUTO


SEMBRAR DÁTILES


En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
- ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.

- Contigo, contestó Eliahu sin dejar su tarea.

- ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?

- Siembro, contestó el viejo.

- ¿Qué siembras aquí, Eliahu?

- Dátiles, respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar.

- ¡Dátiles!, repitió el recién llegado muy sorprendido.

- El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo.

- Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.

- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos.
- Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?

- Setenta.

- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer.

- Recién después de ser palmeras adultas estan en condiciones de dar frutos.

- Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años.

- Pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras.

- Deja eso y ven conmigo.
- Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró.

- Otro que tampoco soñó con probar esos dátiles.

- Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto.

- Aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
- Me has dado una gran lección, Eliahu.

- Déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste.

- Diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.

- Te agradezco tus monedas, amigo.

- Ya ves, a veces pasa esto …

- Tu me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara.

- Parecía cierto y sin embargo, mira ya coseché una bolsa de monedas.

- Y además la gratitud de un amigo.