miércoles, 12 de febrero de 2014

EL EVANGELIO DEL MIERCOLES

MIÉRCOLES, 12 DE FEBRERO
V SEMANA


EVANGELIO

Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga». Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina».

Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Marcos, 7, 14-23
COMENTARIO


Al final del texto aparece una lista de acciones negativas que debe evitar el cristiano. Seguramente nos hallamos ante un texto que quiere mostrar a las primeras comunidades cristianas cómo debían comportarse para seguir el camino trazado por Jesús de Nazareth. En su empeño por concretar el mensaje de Jesús, elaboraron listas de acciones que debe evitar el cristiano: «Malos propósitos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad...» Se trata de normas de conducta que eran útiles tanto para los judíos como para los gentiles.

Pero los apóstoles, al tiempo que ponen en labios de Jesús estas prescripciones nuevas, se apartan del judaísmo y sus leyes rituales y religiosas, facilitando la entrada en las comunidades cristianas de hombres y mujeres de diversas culturas. La ley o prescripción judía que obligaba a las personas a realizar los ritos de purificación no formaba parte de la ley de Dios promulgada en tiempos de Moisés. Era una prescripción que tan sólo debían cumplir los sacerdotes que prestaban servicio en el templo, y que debían estar en todo momento preparados para presentar una ofrenda de acuerdo con los requerimientos legales (Lv 22, 1-9).

Pero los fariseos habían extendido, de modo innecesario, este pesado precepto a todos los judíos. Todos los que se preparaban para un conocimiento profundo de la Escritura debían, en opinión de los fariseos, seguir los mandamientos y tabúes de purificación. Los que pertenecían al partido fariseo criticaban a los discípulos de Jesús por muchas cosas: por incultos, por su origen social... pero, sobre todo, porque no seguían los protocolos que ellos habían impuesto a cualquiera que se hiciese discípulo de un rabino.

Jesús critica esa actitud por falsa y encubridora: Ese exceso de legalismo servía a los fariseos y escribas para violar los derechos fundamentales de la familia y la comunidad. Los fariseos evadían sus obligaciones con sus padres ancianos diciendo que era preferible entregar al Templo el dinero que se iban a gastar en el sostenimiento de los padres ya mayores. De esta manera, los ancianos eran abandonados en la miseria y las viudas y huérfanos vivían en la mendicidad.

En resumen: Jesús nunca se puso en contra de lo puro y lo impuro. Él tan sólo formó parte de una discusión ya existente entre fariseos, esenios y saduceos... que no lo tenían muy claro y debatían con frecuencia. Por este motivo los discípulos piden a Jesús una explicación. Y la explicación de Jesús subraya que es más importante una ética de solidaridad y honradez interior, que el cumplimiento externo de ritos y tabúes.