V SEMANA
EVANGELIO
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended
todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de
dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les
explicara la parábola. Él les dijo: «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No
comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no
entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina».
Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: «Lo que
sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del
hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios,
adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación,
orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre
impuro».
Marcos, 7, 14-23
COMENTARIO
Al final del texto aparece una lista de acciones negativas que
debe evitar el cristiano. Seguramente nos hallamos ante un texto que quiere
mostrar a las primeras comunidades cristianas cómo debían comportarse para
seguir el camino trazado por Jesús de Nazareth. En su empeño por concretar el
mensaje de Jesús, elaboraron listas de acciones que debe evitar el cristiano: «Malos
propósitos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias,
injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad...»
Se trata de normas de conducta que eran útiles tanto para los judíos como para
los gentiles.
Pero los apóstoles, al tiempo que ponen en labios de Jesús estas
prescripciones nuevas, se apartan del judaísmo y sus leyes rituales y
religiosas, facilitando la entrada en las comunidades cristianas de hombres y
mujeres de diversas culturas. La ley o prescripción judía que obligaba a las
personas a realizar los ritos de purificación no formaba parte de la ley de
Dios promulgada en tiempos de Moisés. Era una prescripción que tan sólo debían
cumplir los sacerdotes que prestaban servicio en el templo, y que debían estar
en todo momento preparados para presentar una ofrenda de acuerdo con los
requerimientos legales (Lv 22, 1-9).
Pero los fariseos habían extendido, de modo innecesario, este pesado precepto a todos los judíos. Todos los
que se preparaban para un conocimiento profundo de la Escritura debían, en
opinión de los fariseos, seguir los mandamientos y tabúes de purificación. Los
que pertenecían al partido fariseo criticaban a los discípulos de Jesús por
muchas cosas: por incultos, por su origen social... pero, sobre todo, porque no
seguían los protocolos que ellos habían impuesto a cualquiera que se hiciese
discípulo de un rabino.
Jesús critica esa actitud por falsa y encubridora: Ese exceso de
legalismo servía a los fariseos y escribas para violar los derechos fundamentales
de la familia y la comunidad. Los fariseos evadían sus obligaciones con sus
padres ancianos diciendo que era preferible entregar al Templo el dinero que se
iban a gastar en el sostenimiento de los padres ya mayores. De esta manera, los
ancianos eran abandonados en la miseria y las viudas y huérfanos vivían en la
mendicidad.
En resumen: Jesús nunca se puso en contra de lo puro y lo
impuro. Él tan sólo formó parte de una discusión ya existente entre fariseos,
esenios y saduceos... que no lo tenían muy claro y debatían con frecuencia. Por
este motivo los discípulos piden a Jesús una explicación. Y la explicación de
Jesús subraya que es más importante una ética de solidaridad y honradez
interior, que el cumplimiento externo de ritos y tabúes.