EVANGELIO
Entró
Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un
brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le
dijo al que tenía la parálisis: «Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les
preguntó: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle
la vida a un hombre o dejarlo morir?» Se quedaron callados. Echando en torno
una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: “Extiende el
brazo”. Lo extendió y quedó restablecido.
En
cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos
el modo de acabar con él.
Marcos 3, 1-6
COMENTARIO
El
episodio que leemos hoy escenifica la acción liberadora de Jesús con las gentes
de Galilea, privadas de libertad por la opresión religiosa que ejercen los
fariseos. Éstos, mediante su minuciosa interpretación de la Ley, dominan a los
fieles de la sinagoga. Los fariseos someten la vida del hombre a una
escrupulosa casuística sobre lo lícito e ilícito; regulan cada uno de sus
actos, impidiéndole toda libertad e iniciativa.
El
hombre de la mano atrofiada es símbolo de la persona que es privada de
iniciativa y queda sin posibilidad de actividad autónoma. El inválido es figura
del pueblo sometido.
Jesús
invita al nuevo pueblo de Dios a liberarse de la esclavitud religiosa. Él
pretende curar; sus enemigos, denunciarlo. La reincidencia en la violación de sábado
estaba penada con la muerte. Aún consciente del peligro que corre, Jesús no
ceja en su labor. Arriesga su vida al devolver la capacidad de acción al inválido/pueblo.
El
enfrentamiento de Jesús con los fariseos llega a una situación extrema. Se
trata de un hombre disminuido por la parálisis de un brazo, probablemente no
puede trabajar, aunque tiene una familia que alimentar. En aquellos tiempos no
había seguridad social, ni subsidio de invalidez, ni existían programas de
rehabilitación para los discapacitados.
Era
un hombre religioso, pues acudía a la sinagoga. Seguramente confiaba en Dios y
en la Palabra que iba a escuchar con atención y esperanza. El encuentro con Jesús
le va a cambiar la vida: recibe la orden de ponerse en medio y asiste al duro
enfrenta miento que tiene lugar: por una parte los guardianes del sábado
sagrado, que consideran que sanar a alguien ese día, aunque sea con una simple
palabra, es practicar la medicina, prohibida en día santo. Por otra parte, Jesús,
resuelto a romper ese círculo de legalismo ciego que hace que el sábado abrume
a pobres y humildes.
El
hombre del brazo paralizado quedó sano, Jesús juzgó severamente la dureza de
sus contrincantes, incluso «los miró con ira».
Lucidez
crítica es la experiencia a la que nos invita el texto de hoy. La religión
puede convertirse en motor de transformación y avance social, pero también
puede convertirse en una estrategia de corte espiritual para desmotivar y
frenar el avance de la sociedad. Como Jesús nos toca colocar a la persona en el
centro de nuestra sociedad y descubrir todo aquello que favorezca su dignidad.