Ante todo hay que decir que en el anuncio del Evangelio es necesario
que haya una adecuada proporción. Ésta se advierte en la frecuencia con la cual
se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen en la predicación.
Por ejemplo, si un párroco a lo largo de un año litúrgico habla
diez veces sobre la templanza y sólo dos o tres veces sobre la caridad o la
justicia, se produce una desproporción donde las que se ensombrecen son
precisamente aquellas virtudes que deberían estar más presentes en la predicación
y en la catequesis.
Lo mismo sucede cuando se habla más de la ley que de la gracia,
más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios.
Francisco, Evangelii gaudium, n.38