jueves, 19 de diciembre de 2013

JUEVES, 19 DE DICIEMBRE




EVANGELIO


En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril ( )
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto”.
Zacarías replicó al ángel: «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada». El ángel le contestó: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento».
El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses diciendo: «Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres».
Lucas 1, 5-25


COMENTARIO


Lucas nos cuenta la infancia de Juan Bautista. La narración empieza situando los acontecimientos en su contexto histórico («en tiempos del rey Herodes»). El evangelista usa el esquema de las anunciaciones. Zacarías e Isabel son presentados como una pareja irreprochable. Por los datos que se leen en el texto, Zacarías formaba parte de una de las 24 familias sacerdotales que se turnaban para atender el culto en el Templo de Jerusalén. La misión de estos sacerdotes era la de realizar los sacrificios. No era una tarea que les ocupaba todo el tiempo. Tan sólo dos semanas al año.

La rama sacerdotal de Zacarías fue marginada por no plegarse a las pretensiones imperialistas de los griegos y los romanos. Se trata de un humilde sacerdote, alejado de los círculos del poder. Dios va a salir al encuentro de estas dos personas para llenarles de vida y felicidad.

Zacarías es la forma griega del nombre hebreo «Zekaryahu», que significa «Yahvé se ha acordado». Isabel es la forma griega del nombre hebreo «Elisebá», que significa «Dios es plenitud». También se llamaba Isabel la mujer de Aarón, el primer sacerdote que existió en Israel.

La respuesta que da Zacarías nos recuerda la que dio Abraham cuando se le anunció que iba a ser padre de Isaac. De esta manera, una gran promesa del pasado (el nacimiento de Isaac) se convierte en señal de futuro. «El futuro se expresa con pala- bras del pasado»
Zacarías pide una señal, y queda mudo; pedir una señal en estas circunstancias es sinónimo de cierta incredulidad ante el anuncio recibido, y el evangelio nos dice que el plan salvador de Dios seguirá adelante a pesar de las barreras que las personas interponen. Al mismo tiempo, la actitud de Zacarías contrasta con la de María de Nazareth, que se declarará la esclava del Señor.
En el texto de hoy se anuncia el nombre que se deberá imponer al niño: Se llamará Juan, “Yohannan” en hebreo, que significa, “Dios es misericordioso”.

Más allá de los idílicos pasajes que nos narran lo que rodeó al nacimiento de Jesús, es sugerente adentrarnos en la red de símbolos que supone todo este entramado literario. El anuncio del nacimiento del precursor, el que tenía que preparar el camino al Señor, calla al poder sagrado (el sacerdote Zacarías) de aquel tiempo. Lo sagrado, como preparación para el encuentro con Dios, en ocasiones no es suficiente garantía de acceso a lo divino. Sólo el silencio humilde, la acogida sin prejuicios, la absoluta confianza, nos prepara.


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