martes, 19 de noviembre de 2013

MARTES DE LA SEMANA 33, 19 DE NOVIEMBRE





Entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy voy a alojarme en tu casa”.
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, dicien- do: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

Lucas 19, 1-10

COMENTARIO

Dice el Evangelio que «entró Jesús en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. En esto un hombre, llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y muy rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era de baja estatura». Zaqueo, por ser rico y poderoso, no tiene la talla adecuada para ver a Jesús. Por eso es Jesús quien lleva la iniciativa y no Zaqueo. Jesús lo llama por su nombre, se encuentra con él y se produce el inicio de su conversión.La misión de Jesús consistía en «buscar lo perdido para salvarlo». «Lo perdido», en este caso, era Zaqueo, un hombre que aunque tenía dinero era un excluido en lo social y en lo religioso.

Zaqueo era jefe de recaudadores: Judío colaboracionista con los romanos, cobraba los impuestos que Roma destinaba a pagar a los soldados romanos que se hallaban acantonados en la ciudad de Cesarea y al fomento del culto a los ídolos. Los recauda- dores, además, tenían merecida fama de ladrones, pues cobraban, por lo general, más de lo que estaba tasado, enriqueciéndose de este modo.

El hecho de que Zaqueo fuese considerado pecador público, por ladrón y colaboracionista, no impidió a Jesús entrar a su casa y comer con él. En el transcurso de aquel encuentro, Zaqueo sintió deseos de cambiar: Se comprometió a dar la mitad de sus bienes a los pobres y a devolver cuatro veces aquello que había defraudado. Zaqueo se comprometió mucho más de lo que las leyes exigían.

¿Cómo actuamos nosotros en casos semejantes? ¿Como Jesús, que no tiene inconveniente en ir a comer a casa de Zaqueo, o como los fariseos, que murmuraban? Deberíamos ser capaces de conceder un margen de confianza a todos, como hacía Jesús. Deberíamos hacer fácil la rehabilitación de las personas que han tenido momentos malos en su vida, sabiendo descubrir que, por debajo de una posible mala fama, tienen muchas veces valores interesantes. Pueden ser «pequeños de estatura», como Zaqueo, pero en su interior -¡quién lo diría!- hay el deseo de «ver a Jesús», y pueden llegar a ser auténticos «hijos de Abrahán».

El nombre de Zaqueo proviene del nombre judío «Zacarías», que significa «Dios se ha acordado». Y realmente Dios se acordó de aquel hombre de baja estatura y grandes fraudes. Zaqueo quiere cambiar de vida. Y lo hace según lo estipulado en el derecho judío: Los delitos contra la propiedad ajena se borraban restituyendo lo robado y añadiendo cuatro veces más.
Zaqueo aparece como la persona que ha perdido el horizonte humano y religioso, pero que escucha la llamada de Jesús, se arrepiente y cambia de vida. Jesús aparece en el relato como la misericordia de Dios. La expresión «Hijo del hombre» equivale a Mesías, pero subrayando su presencia humana y su cercanía a las personas más necesitadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinión.