sábado, 16 de noviembre de 2013

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO 16 DE NOVIEMBRE (XXXIII/C)



UNA INTERPRETACIÓN DE ESTA HISTORIA ...

La situación de persecución, injusticia y opresión en que vivían los primeros cristianos les llevó a anhelar el fin del mundo y la consiguiente venida del Mesías. Tales eran las expectativas a este respecto en las primitivas comunidades cristianas que Pablo tuvo que ponerse serio con algunos de sus miembros y decirles:

«A propósito de la venida de nuestro Señor, Jesús el Mesías, y de nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no perdáis la cabeza ni os alarméis con supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está cerca” (2 Tesalonicenses 2,12).

Hasta tal punto estaban convencidos muchos cristianos de la inminente llegada del fin del mundo que incluso habían dejado de trabajar para esperarla. Pablo invita a todos a trabajar y proseguir la vida de forma ordinaria. Todo esto sucedía el año 51 de nuestra era.

En el evangelio de Lucas, escrito después del año 70 de nuestra era, fecha de la destrucción del templo de Jerusalén por las legiones de Tito, aparece clara la actitud que deben adoptar los cristianos ante este tema. Según la mentalidad judía, el mundo se acabaría el día en que el templo de Jerusalén fuese destruido; preguntar por la destrucción del templo equivalía a indagar sobre el fin del mundo.

Pero Jesús no respondió directamente a la pregunta de los discípulos. En lugar de satisfacer la curiosidad de los discípulos sobre la fecha de la destrucción del templo y consiguiente fin del mundo, Jesús les invita a no desanimarse ante todo lo que tendrán que sufrir antes de que llegue el fin. Ni siquiera la destrucción del templo de Jerusalén será anuncio de la venida inmediata del Mesías.

Hoy nuestra sociedad secularizada, que ha desterrado todos los mitos con los descubrimientos de la ciencia, y que ha puesto todos sus afanes en el desarrollo y en el crecimiento económico, ha reducido todo  al “más acá”, al “aquí y ahora”. Esto, no es bueno ni es malo; es una manera de encarar la vida.

Por nuestra parte, la propuesta cristiana no puede consistir en volver a perder tiempo en adivinar «la fecha de caducidad» de nuestra sociedad, sino mantenernos firmes en la construcción de un mundo más justo y solidario. Muchos de los cristianos no creemos en Jesús para adivinar cuándo acontecerá el final de los tiempos, sino para hacer realidad un tiempo nuevo donde las personas puedan vivir con dignidad. Un buen servicio que podemos prestar a la sociedad es convertir el “más acá”, el “aquí y ahora” en un canto  a la dignidad: la dignidad propia de quien vive con la convicción de que ni un cabello de nuestra cabeza ha de perecer.

UN POCO DE HISTORIA ...

¿En qué consiste el lenguaje "apocalíptico"?

El texto está escrito en lenguaje "apocalíptico"; una palabra griega que significa "revelar", poner en claro, mostrar... Mediante estos escritos algunos profetas intentaban desvelar el significado de aquello que sucederá al final de los tiempos. Los profetas intentaban «desvelar» los designios de Dios sobre el futuro de la humanidad.
Y es que los antiguos ya se preguntaban: ¿qué sentido tienen las guerras?, ¿hacia dónde camina la humanidad? ¿qué sucederá al final del mundo? Jesús de Nazareth conocía este género literario y lo utilizó en determinadas ocasiones. Por este motivo sus discípulos dejaron breves escritos de estilo apocalíptico en el evangelio.

¿Caerán las estrellas y se apagará el sol?

Cuando el lenguaje apocalíptico se refiere al final de los tiempos, es frecuente la utilización de metáforas de corte oriental en las que se alteran los elementos naturales: el sol se oscurecerá, caerán las estrellas, habrá grandes terremotos...

Estas expresiones no deben ser consideradas como una información astronómica o geológica. Es una forma de hablar para expresar que va a ocurrir algo nuevo e importante. Esta novedad fue la llegada de Jesús que trajo una nueva forma fraterna y solidaria de entender las relaciones entre las personas. Un cambio muy profundo en las relaciones de la humanidad.

¿Quiénes eran los judíos de la «diáspora»?

La palabra «diáspora» hace referencia al conjunto de comunidades judías establecidas fuera de Palestina. Cientos de miles de judíos vivían fuera de las fronteras de Israel en tiempos de Jesús. Los israelitas que se hallaban en esta situación, aunque gozaban de un elevado bienestar económico, definían su situación como de «gôla», que en hebreo significa: cautividad. Se sentían «cautivos» en una tierra extranjera.

El apóstol San Pablo, y los primeros cristianos, se lanzaron al mundo griego a predicar el mensaje cristiano. Se hicieron presentes en las grandes ciudades griegas de la época: Éfeso, Antioquía, Corinto, Tesalónica, Filippo, Roma... Estas ciudades tenían un elevado nivel de vida, disponiendo de importantes y excelentes servicios públicos: alcantarillado, baños públicos, gimnasios, biblioteca, teatro, anfiteatro... Abundaban las escuelas filosóficas y los mate- máticos, arquitectos y filósofos.

Eran ciudades «cosmopolitas» que albergaban a personas de diversas razas y culturas. En todas ellas había una importante comunidad judía, formada por judíos que habían emigrado de Israel y mantenían su fe en Yahvé y sus costumbres. Pablo comienza predicando a los judíos de la «diáspora». Pero enseguida amplía su predicación a todos los habitantes de estas ciudades. Entre los primeros cristianos hay judíos y «gentiles».

¿Qué significa «católico»?

La palabra «católico» deriva del griego y en su origen no hace referencia a ninguna religión, sino que significa «universal». De esta forma los primeros cristianos expresaban que la fe en Cristo está abierta a todas las personas del mundo.

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