viernes, 18 de enero de 2013

EL EVANGELIO DEL 18 DE ENERO


VIERNES


EVANGELIO
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: “¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?”. Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados», o decirle «levántate, toma la camilla y echa a andar»? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...» Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Se levantó inmediatamente, tomó la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: “Nunca hemos visto una cosa igual”.

COMENTARIO
Marcos nos cuenta que tras el leproso, llega un paralítico en busca de Jesús. Este nuevo enfermo está completamente a merced de las buenas personas que lo trasladan en su camilla. Probablemente son familiares que perseveran en ayudarle. Como escuchamos en el relato, Jesús quiso que la persona total -cuerpo y espíritu- encontrara la salvación. Por eso le anunció al paralítico dos buenas noticias, diversas, pero complementarias: Tus pecado son perdonados, y... toma tu camilla, levántate y anda. 

La acción se desarrolla en «la casa» de Cafarnaún. En este escenario, el texto señala dos tipos de actitudes muy diferenciadas entre sí:

- De un lado están los escribas “sentados”  ocupando un espacio vital de la casa. La inmovilidad de estos escribas y fariseos, obstaculiza la difusión del anuncio de la Palabra e impide al paralítico acercarse a Jesús.
- De otro lado están los que desean ayudar al paralítico. Se mueven, buscan una solución creativa: «llevaron al paralítico, levantaron unas tejas, abrieron un boquete, descolgaron la camilla...» Para que el paralítico pueda acceder a Jesús, rompen el techo de la casa... Jesús, viendo la fe de los portadores, perdona los pecados al paralítico y, ante las críticas de los responsables de la institución religiosa, verifica delante de todos su poder curando al paralítico.

Los escribas y fariseos obstaculizan el acceso a Jesús de quienes tienen fe y quieren acercarse a Él. Muchas veces el anuncio de la Palabra encuentra obstáculos a causa del inmovilismo y anquilosamiento, presente incluso en algunos dirigentes religiosos. En tiempos de Jesús los escribas y fariseos, encargados de transmitir la Palabra, se habían convertido en obstáculos para su comunicación. Y eran un impedimento debido a las múltiples prescripciones y leyes añadidas, que terminaron por cerrar el camino de la fe a la gente sencilla.

El texto de hoy también nos presenta a unos «personajes secundarios», pero muy interesantes. No son ni el paralítico, ni los escribas que acechaban a Jesús: Son aquellas personas anónimas que llevaban la camilla del paralítico. ¡Cuánta constancia, tenacidad y esperanza! Están dispuestos a gastar todo el tiempo que haga falta para facilitar el encuentro de este hombre necesitado con Jesús. Como ven que hay un gentío grande, suben al paralítico al tejado... (no debió serles nada fácil).  Luego quitan losetas del tejado, buscan unas cuerdas... hasta que logran que el enfermo quede delante de Jesús.

El cristiano, con su testimonio, ha de facilitar que los demás se encuentren con Jesús. Muchas veces esos obstáculos provendrán de una sociedad que no deja espacio para Dios. Otras veces los obstáculos estarán en el lenguaje enrevesado de las instituciones religiosas... El seguidor de Jesús está llamado a eliminar aquellos impedimentos que dificultan el encuentro  con el mensaje cristiano, aunque para ello deba «quitar las losetas del tejado» y abrir un boquete en la cerrazón que ignora los parámetros de nuestra cultura

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