MARTES
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,21-24):
En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»
En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»
COMENTARIO
El evangelio de hoy presenta a un Jesús entusiasmado,
contento y agradecido a Dios Padre...
Algunos autores denominan a este texto: el “Magníficat de Jesús”.¿Por qué está
Jesús contento y lleno de alegría? Jesús
ha enviado a setenta y dos discípulos a anunciar el Reino de Dios, a curar a
los enfermos, a devolver la
alegría a los tristes, a llenar a los pobres de esperanza... Los setenta
y dos discípulos, que en su mayoría son sencillos pescadores del Mar de Galilea, regresan contentos y entusiasmados de
lo bien que les ha ido... Es entonces cuando
Jesús se anima al ver que sus discípulos son capaces de anunciar el Reino a la gente pobre y sencilla. Esta gente sencilla
llevaba una vida de sufrimientos económicos y morales. Por eso anhelaban la
llegada de un Mesías que les ofreciera un nuevo estilo de vida.
La sociedad judía, -dominada por la clase sacerdotal y
por los fariseos-, quitaba todo protagonismo
a los pobres (gente humilde del campo que desconocía la ley de Dios), los anulaba para convertirlos en vasallos
pasivos. La opresión que causaban los
impuestos romanos sobre el pueblo campesino, (cobrados por una legión de
recaudadores al servicio del Sumo Sacerdote de Jerusalén o al servicio del reyezuelo Herodes Antipas en la
región de Galilea), se veía agravada por la
opresión moral que generaban los fariseos y escribas sobre la conciencia de
estos pobres.
La vida
de los humildes campesinos tropezaba con la opresión económica (tributaban más
del 60% de sus cosechas a los romanos)
y con el cumplimiento de los más de 600 mandamientos religiosos que habían establecido los fariseos.
Jesús constata que su mensaje genera entusiasmo en los
pobres, y que es una liberación para ellos. A
medida transcurren los años de nuestra vida, solemos tener un déficit de
alegría y optimismo. Para
muchas personas,
alcanzar la edad adulta supone perder las expectativas positivas y sumergirse
en un desánimo constante y
continuado.
Hay quienes intentan justificar su amargura personal
queriendo ver maldad, intereses creados, hipocresía y apatía... a su alrededor.
Para ellos y ellas no hay posibilidad de cambio ni de mejora. Y cuando atisban que algo puede cambiar a mejor, centran
todo su interés en cercenar las expectativas positivas que comienzan a crecer.
Desánimo o frustración no son actitudes cristianas. Es
necesario que tengamos la mirada profunda de
Jesús para descubrir cómo el Reino de Dios se abre paso. El Adviento es tiempo
para alimentar nuestra esperanza, alegría y
deseo de seguir comprometidos con la causa de Jesús.
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