Se
apareció Jesús a los once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se
resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos:
echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en
sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a
los enfermos, y quedarán sanos».
Después
de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos
se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba
confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Marcos 16, 15-20
COMENTARIO
Nos
hallamos ante uno de los textos más problemáticos del Nuevo testamento. Se
trata de un añadido posterior que pretende resumir y dar sentido al evangelio
de Marcos. Este texto que leemos hoy no se halla en el Códice Vaticano. Este
Códice es un pergamino del año 350 que contiene los evangelios, escritos en
lengua griega, tal como los conocemos hoy.
Tampoco
aparece en el Código Sinaítico, otro pergamino que fue escrito también hacia el
año 350 y hallado en el Monasterio de Santa Catalina que se alza a los pies del
Monte Sinaí. Aunque se trata de un texto tardío, contiene enseñanzas
interesantes para nuestra reflexión: Jesús se despide de los discípulos con un
encargo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación".
De ahora en adelante no deberán limitarse al pueblo judío, pues el mensaje es
universal y mira a la humanidad entera. Ya no hay un pueblo elegido, sino que
es toda la humanidad la elegida y destinada a experimentar la salvación de
Dios. Ningún rincón de la tierra, ningún país, ningún grupo de personas estará
excluido en principio del Reino, pues Jesús ha venido para que no haya
excluidos del pueblo ni pueblos excluidos. Es un mensaje que rompe con las
visiones cerradas e integristas. Aquellos primeros cristianos ya habían
comprendido que todas las culturas poseen “semillas” o elementos del evangelio,
ya que todas están llenas de valores positivos.
Anunciar
el evangelio frente a una cultura no es avasallarla, destruirla y desvirtuarla,
sino descubrir los valores que el mismo Dios ha puesto en ellas. En este
sentido, «evangelizar es entrar en diálogo» con las otras culturas.
Cuando
estamos convencidos de que Dios se revela a todas las culturas, en todos los
tiempos, entendemos las evangelización como un mutuo enriquecimiento: el
evangelio comunica a la cultura novedad y claridad en sus contenidos de
justicia, mientras la cultura le ofrece la fuerza de su propia tradición, la
riqueza de sus propias búsquedas y la novedad de sus propias expresiones
simbólicas.
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