lunes, 25 de febrero de 2013

LUNES DE LA 2ª SEMANA DE CUARESMA


EVANGELIO
Dijo Jesús a sus discípulos:

«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros». 


Lucas 6, 36-38
COMENTARIO
Jesús de Nazareth no inventó la misericordia. Los escritores del pueblo judío habían puesto en boca de Dios expresiones llenas de solidaridad hacia los esclavos de Egipto.

«He visto la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos... Voy a bajar a librarlos de la opresión y a llevarlos a una tierra espaciosa que mana leche y miel... El clamor de mi pueblo ha llegado hasta mí.» (Ex 3,7-8)
Pero desde aquello había transcurrido mucho tiempo. La gente del tiempo de Jesús, a pesar de tener una institución tan sagrada como el Templo de Jerusalén, nunca había escuchado de parte de sus sacerdotes palabras que buscaran una sociedad alternativa en la que la misericordia ocupara un puesto importante.
La experiencia de la liberación de Egipto se había perdido en el tiempo. De ahí su extrañeza al escuchar cómo Jesús expresaba, con palabras humanas, la raíz del amor de Dios: la misericordia. Los planteamientos de Jesús debieron sonar a la gente del tiempo de Jesús como una novedad. Frente a estas palabras nuevas, tan sólo había dos alternativas: aceptarlas como voluntad de Dios, o rechazarlas y condenar a Jesús. Proponiendo la misericordia como uno de los núcleos centrales de su predicación, Jesús está poniendo las bases para una sociedad alternativa, en la que desaparezcan: La codicia, el afán de poder, la dominación de unos sobre otros, la espiral de la violencia, las guerras sufridas por los inocentes...
Todo ser humano que quiera ser acogido por el Padre, debe trabajar por llegar a tener su misma compasión y misericordia para con los otros. Los primeros cristianos entendieron que uno de los núcleos fundamentales del mensaje de Jesús consistía en practicar la misericordia. Pero no esa misericordia que nace desde la superioridad de quien se siente el mejor. Sino desde la «compasión» entendida en el sentido más originario de la palabra: «sufrir-con-el-otro», poniéndose en su lugar, contemplando la vida con su mirada sufriente.











  

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