MIÉRCOLES
EVANGELIO
Dijo
Jesús a sus discípulos:
“No
creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir,
sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje
de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El
que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a
los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los
cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos”.
Mateo 5, 17-19
COMENTARIO
Nos hallamos ante un texto que debe llenar de esperanza
a la humanidad, ya que Jesús explica el sentido de su
presencia: Ha venido al mundo para hacer realidad la Ley y lo dicho por los Profetas. Jesús,
con estas palabras, reconoce el trabajo de las generaciones anteriores y les da validez. Él no parte de cero, como si la humanidad no hubiera hecho
nada valioso hasta el presente.
También la Ley tiene elementos positivos, y en la medida
en que se cumplan estos
elementos, se participa en el Reino que él propone.
La antigua Ley de Israel (Torá) contiene en parte los
grandes sueños de la humanidad: el paraíso como proyecto, la posesión solidaria
de una tierra, la promesa de una familia, el fin de la opresión,
la conquista de la libertad, la distribución justa de la tierra... Son proyectos humanos en los que se siente la presencia de
Dios.
Jesús es la más clara manifestación del apoyo de Dios a
las utopías humanas -que son también divinas- porque fue Él
quien las sembró en el corazón de la humanidad. Hubo un
tiempo en que el pueblo Israelita deseó vivir en una nueva sociedad, sin egoísmos, en fraternidad e igualdad. Y aunque sus instintos lo
dominaron y lo alejaron de sus sueños, quedó la esperanza de su realización y
se vislumbró que era posible una alternativa de nueva
sociedad.
Jesús lo confirma ahora no sólo con sus palabras, sino
con sus hechos: condena las estructuras sociales de su
tiempo que, por tener como valores supremos el individualismo y la ambición,
matan toda utopía social.
La ley está escrita, los profetas señalaron el camino, y
el ser humano, acercándose y alejándose del mismo,
sigue soñando con un mundo más justo...
Pese a todas las dificultades, podemos estar seguros de
esto: no estamos solos en este sueño. Jesús manifestó
su deseo de acompañarnos, pues él tuvo un sueño mayor: creyó que con él
comenzaba a hacerse posible el sueño
primitivo del AT: una sociedad igualitaria, solidaria y fraterna.
El cristiano tiene una visión positiva de la persona
humana y de los logros que ésta ha realizado a lo largo de los
siglos: científicos, artistas, médicos, pensadores... El cristiano enseña el fecundo camino que ha sido capaz de recorrer la humanidad. Al mismo tiempo mantiene una actitud crítica con aquellas
situaciones que suponen un retroceso en
el derecho y la
justicia.
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