EVANGELIO
Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y
cuando el sábado siguiente fue a la
sinagoga a
enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que
tenía un espíritu inmundo, y se
puso a
gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios”. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él”. El espíritu
inmundo lo retorció y, dando un grito
muy fuerte,
salió. Todos se preguntaron
estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le
obedecen”. Su fama se extendió en
seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
COMENTARIO
El texto de hoy presenta a Jesús
enseñando de palabra y de obra. A la enseñanza que Jesús ha pronunciado en la
Sinagoga le sigue la curación de un endemoniado (persona aquejada de grave
enfermedad mental). El texto de hoy proclama que Jesús no sólo anunció el Reino
de Dios de palabra, sino que lo hizo efectivo con sus obras. Por ello se
admiran de su nueva forma de enseñar con autoridad.
Nos encontramos con el primero de
los frecuentes enfrentamientos de Jesús con el «demonio», que aparecen en
repetidas ocasiones a lo largo de actividad pública relatada en el evangelio de
Marcos. En el evangelio de Marcos la presencia del «demonio» aparecerá en tres
ocasiones:
-
primeramente, en el afán de poder y éxito de Pedro que quiere desviar a Jesús
del camino de su entrega generosa (Mc 8, 31-33);
- en los
territorios extranjeros ocupados (Mc 5,1-20; 7,24-30), donde los demonios
reciben el mismo nombre que las tropas imperiales romanas de ocupación (Legión:
Mc 5, 9);
- finalmente,
como aquí, ligado al poder religioso judío que, de la mano de escribas y
fariseos, olvidaba la misericordia y despreciaba a pobres, pecadores y
excluidos..
A tenor de los textos en los que
aparece, difícilmente podemos identificar al «demonio» con un ser real. Se
trata de la personificación del mal y de la opresión... En los tres casos la
presencia del «demonio» se halla ligada a la búsqueda del dominio y poder sobre
los otros. Resulta paradójico ver como algunos grupos minoritarios de
cristianos se preocupan por otorgar carta de presencia física al «demonio», al
tiempo que olvidan denunciar las situaciones de dolor, sufrimiento y
explotación... en la que se hallan sumergidos cientos de millones de personas.
Según el evangelio de Marcos la
presencia del «demonio», se manifiesta en la búsqueda de poder, existente en
todos los niveles de la vida social. Allí donde la persona humana domina a los
demás, se está rompiendo el deseo y el amor de Dios, que nos quiere iguales,
libres y solidarios. La única forma de expulsar a los «demonios» es mostrar,
-como hizo Jesús-, un nuevo tipo de autoridad, y una nueva forma de relación
interpersonal en la que la entrega, la acogida, la misericordia... están por
encima del dominio.
El cristiano tiene en sus manos
la posibilidad de alejar a los «demonios» del poder. ¿Cómo? Construyendo una
vida basada en el respeto, la acogida, la ayuda incondicional a quienes tienen
menos posibilidades de triunfar... Mirando de forma positiva y ayudando a los
más necesitados a salir de la exclusión en la que se ven arrojados... Cuando el
cristiano pone en juego todos estos valores, está revistiéndose de la
«autoridad» que tuvo Jesús para expulsar a los demonios del poder.
Y ALGUNA CURIOSIDAD
La
Sinagoga
Para el pueblo de Israel tan sólo existía un templo: El Templo de Jerusalén; lugar de la presencia de Dios. A él se acudía en peregrinación una vez al año. Pero cuando el pueblo de Dios estuvo
en el exilio de Babilonia, creó una institución
llamada Sinagoga: Asamblea del pueblo de Israel reunida para rezar, escuchar y
comentar la Ley de Yahvé. Esta institución les ayudó a
mantener la Ley, la lengua y las costumbres. Todos los judíos mayores de 12 años tenían derecho a leer la
escritura y a comentarla. Aunque los menos cultos solían ceder su lugar a los
convecinos mejor preparados.
La
Palabra de Dios se proclamaba en hebreo clásico, pero como el pueblo desconocía
esta lengua, el lector la traducía y
comentaba en
arameo, La Sinagoga se utilizó también
para la educación de niños y jóvenes.
Siempre fue «la casa de la enseñanza».
En
tiempos de Jesús la mayoría de judíos
varones sabían
leer. La Sinagoga Cafarnaún era de las más importantes
de su región. Ocupaba un solar de más de 1.000 m. Cuadrados.
Fue reconstruida hacia con piedras de color claro, y
desde entonces recibió el sobrenombre de «La Sinagoga Blanca».
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