martes, 10 de enero de 2012

EL EVANGELIO DEL 10 DE ENERO

MARTES

EVANGELIO

Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios”. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él”. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”. Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

COMENTARIO

El texto de hoy presenta a Jesús enseñando de palabra y de obra. A la enseñanza que Jesús ha pronunciado en la Sinagoga le sigue la curación de un endemoniado (persona aquejada de grave enfermedad mental). El texto de hoy proclama que Jesús no sólo anunció el Reino de Dios de palabra, sino que lo hizo efectivo con sus obras. Por ello se admiran de su nueva forma de enseñar con autoridad.
Nos encontramos con el primero de los frecuentes enfrentamientos de Jesús con el «demonio», que aparecen en repetidas ocasiones a lo largo de actividad pública relatada en el evangelio de Marcos. En el evangelio de Marcos la presencia del «demonio» aparecerá en tres ocasiones:

- primeramente, en el afán de poder y éxito de Pedro que quiere desviar a Jesús del camino de su entrega generosa (Mc 8, 31-33);
- en los territorios extranjeros ocupados (Mc 5,1-20; 7,24-30), donde los demonios reciben el mismo nombre que las tropas imperiales romanas de ocupación (Legión: Mc 5, 9);
- finalmente, como aquí, ligado al poder religioso judío que, de la mano de escribas y fariseos, olvidaba la misericordia y despreciaba a pobres, pecadores y excluidos..

A tenor de los textos en los que aparece, difícilmente podemos identificar al «demonio» con un ser real. Se trata de la personificación del mal y de la opresión... En los tres casos la presencia del «demonio» se halla ligada a la búsqueda del dominio y poder sobre los otros. Resulta paradójico ver como algunos grupos minoritarios de cristianos se preocupan por otorgar carta de presencia física al «demonio», al tiempo que olvidan denunciar las situaciones de dolor, sufrimiento y explotación... en la que se hallan sumergidos cientos de millones de personas.
Según el evangelio de Marcos la presencia del «demonio», se manifiesta en la búsqueda de poder, existente en todos los niveles de la vida social. Allí donde la persona humana domina a los demás, se está rompiendo el deseo y el amor de Dios, que nos quiere iguales, libres y solidarios. La única forma de expulsar a los «demonios» es mostrar, -como hizo Jesús-, un nuevo tipo de autoridad, y una nueva forma de relación interpersonal en la que la entrega, la acogida, la misericordia... están por encima del dominio.
El cristiano tiene en sus manos la posibilidad de alejar a los «demonios» del poder. ¿Cómo? Construyendo una vida basada en el respeto, la acogida, la ayuda incondicional a quienes tienen menos posibilidades de triunfar... Mirando de forma positiva y ayudando a los más necesitados a salir de la exclusión en la que se ven arrojados... Cuando el cristiano pone en juego todos estos valores, está revistiéndose de la «autoridad» que tuvo Jesús para expulsar a los demonios del poder.

Y ALGUNA CURIOSIDAD

La Sinagoga

Para el pueblo de Israel tan sólo existía un templo: El Templo de Jerusalén; lugar de la presencia de Dios. A él se acudía en peregrinación una vez al año. Pero cuando el pueblo de Dios estuvo en el exilio de Babilonia, creó una institución llamada Sinagoga: Asamblea del pueblo de Israel reunida para rezar, escuchar y comentar la Ley de Yahvé. Esta institución les ayudó a mantener la Ley, la lengua y las costumbres. Todos los judíos mayores de 12 años tenían derecho a leer la escritura y a comentarla. Aunque los menos cultos solían ceder su lugar a los convecinos mejor preparados.

La Palabra de Dios se proclamaba en hebreo clásico, pero como el pueblo desconocía esta lengua, el lector la traducía y comentaba en arameo, La Sinagoga se utilizó también para la educación de niños y jóvenes. Siempre fue «la casa de la enseñanza».
En tiempos de Jesús la mayoría de judíos varones sabían leer. La Sinagoga Cafarnaún era de las más importantes de su región. Ocupaba un solar de más de 1.000 m. Cuadrados.
Fue reconstruida hacia con piedras de color claro, y desde entonces recibió el sobrenombre de «La Sinagoga Blanca».

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