LUNES, 2 de enero
EVANGELIO
Éste fue el testimonio de Juan, cuando los
judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le
preguntaran: «¿Tú quién eres?» El confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: “No lo soy”. “¿Eres
tú el Profeta?” Respondió: “No” Y
le dijeron: “¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han
enviado, ¿qué dices de ti mismo?” Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el
desierto: «Allanad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías». Entre
los enviados había fariseos y le preguntaron: “Entonces, ¿por qué bautizas si
tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?” Juan les respondió: «Yo bautizo
con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de
mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en
Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
COMENTARIO
El Evangelio de hoy nos presenta el
testimonio de Juan Bautista, un profeta contemporáneo a Jesús, a quienes muchos
confundieron con el Mesías esperado. Cuando le preguntaron sobre su propia
identidad, en nombre de las autoridades religiosas de su tiempo, Juan Bautista
no vaciló en afirmar categóricamente que él no era ni el Mesías, ni algún
profeta vuelto a la vida, sino la humilde voz que clama para que las personas
abran caminos a la presencia de Dios
Juan Bautista se apartó muy pronto de las
enseñanzas de la secta de Qumrán y otros eremitas del desierto con los que se
había criado seguramente desde los cinco años. Comenzó a predicar como un
profeta. Llevaba el «manto de pelos de camello» propio de los profetas. Y se
alimentaba de lo que podía obtener en el desierto por sus medios: «saltamontes
y miel silvestre». Esta expresión significa que quien vive de esta forma, no
acepta ni pan ni regalos, para no estar en deuda con nadie y mantener la
libertad. Así habían hecho los profetas más austeros del Antiguo Testamento. La
descripción que hace el evangelio de Juan Bautista es la que se hace del gran
profeta Elías en los textos del Antiguo Testamento.
Aunque el bautismo fue un rito practicado
con profusión en el antiguo Oriente, Juan Bautista lo asume como signo para
expresar un cambio de vida. Los discípulos de Juan Bautista, eran sumergidos
primeramente en el agua del Jordán, luego proclamaban públicamente sus pecados
y Juan Bautista les indicaba qué debían hacer para mejorar su vida. Jesús de
Nazareth aceptó este Bautismo, y Juan vio en él al futuro Mesías. Los cristianos
debemos aprender la lección de Juan Bautista: No debemos interponernos entre
Jesús y los humildes hermanos suyos que esperan su palabra y su liberación. No
debemos pretender ser los protagonistas. Debemos ser simplemente la voz humilde
que anuncia la buena noticia de Jesús.
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