miércoles, 15 de octubre de 2025

SANTA TERESA DE JESÚS. EL EVANGELIO DEL 15 DE OCTUBRE.



EVANGELIO
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Mateo   11, 25-30
COMENTARIO

En este pasaje, Jesús se revela como el rostro compasivo de Dios que conoce el cansancio humano desde dentro. No promete eliminar el peso de la vida, sino compartirlo. El alivio que ofrece no es evasión, sino comunión: es el descanso que brota del amor que acompaña, no del poder que interviene.

El cristiano maduro, como sugiere el texto, no es aquel que acude al Dios todopoderoso buscando una solución mágica a su angustia, sino el que aprende a descubrir a Dios en medio del propio cansancio, en la experiencia del límite, del fracaso y del silencio. Jesús mismo conoció la impotencia y el abandono en la cruz; y precisamente ahí, en esa “ausencia”, se revela la profundidad de su entrega. Por eso tenemos también nosotros un “derecho al cansancio y al agobio”: no como derrota, sino como parte del camino de fidelidad y humanidad que nos une a Él.

La expresión “mi carga es ligera” puede entenderse mejor, no tanto como “carga sin peso”, sino como “carga que aligera”. Es decir, una responsabilidad que da sentido, un peso que sostiene. Como un paracaídas: sin él, la caída sería mortal; con él, aunque el vértigo y el miedo permanezcan, la carga se convierte en salvación.

Así es la carga de Cristo: no elimina la gravedad de la existencia, pero transforma su dirección. Nos enseña a aterrizar con esperanza, a confiar en medio del descenso. Su yugo —que es el amor, la misericordia y la entrega— no nos libra de la vida, sino que nos permite vivirla con hondura y libertad.

Seguir a Jesús, entonces, no significa escapar del cansancio, sino aprender a encontrar descanso en medio del trabajo; no librarse de la carga, sino dejar que esa carga nos haga más ligeros, más humanos, más hermanos.

PD: Santa Teresa de Jesús, a quien recordamos hoy, tiene un fragmento memorable en el Libro de la Vida, donde afirma que los confesores de entonces (algunos al menos) se dedicaban a agobiar y a echar fardos pesados sobre los demás. Un buen aviso el que nos da la santa para que huyamos de aquellos "pseudoacompañantes" de la fe que "inquietan mucho" y hacen sufrir; leed el texto si tenéis un rato. 

Felicidades a las Teresas.

Texto:
No entiendo estos miedos, ¡ demonio, demonio ! donde podemos decir ¡Dios, Dios! y hacerlos temblar. Qué es esto. Es sin duda que tengo mas miedo a los que tanto miedo le tienen al demonio que a él mismo porque él no me puede hacer nada; y estos otros, en especial si son confesores, inquietan mucho y he pasado algunos años de tan gran trabajo que ahora me espanto como lo he podido sufrir.

(Libro de la Vida, XXV, 22)