Los escribas y fariseos, guardianes de la tradición judía, se escandalizan ante las acciones de Jesús, quien no solo se relaciona con publicanos y pecadores, sino que declara: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
En la manera de pensar de escribas y fariseos, los pecadores debían ser excluidos y eliminados. Sin embargo, Jesús rompe con esa tradición, transformando el rostro de Dios y desafiando las normas establecidas.
Este pasaje plantea un riesgo al aplicarlo hoy: reducirlo a un simple acto de condescendencia momentánea hacia los "pecadores" externos o internos. Jesús no propone excepciones a las reglas; llama a cambiar las normas. Su experiencia de Dios es inclusiva, centrada en acoger al pecador y cuestionar la soberbia seguridad del que se cree justo.
Es importante reflexionar sobre cuántas normas eclesiásticas aún excluyen a quienes difieren de nuestra visión. La religión no debe premiar, sino incluir, recogiendo a todos sin excepción.
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