EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:
–Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.
Juan 10, 11-18
El tiempo de Pascua es un momento rico en imágenes: Luz-Tiniebla, Pastor-Rebaño, Vid-Sarmientos...
El "pastor y el rebaño" debía ser una imagen contemplado cotidianamente por Jesús. El pueblo judío, nómada en su origen, debió incorporarla como parte de su universo simbólico.
La Iglesia también ha hecho suya esta imagen. A la acción evangelizadora la denominamos "acción pastoral". Por tanto, es un texto que toca de lleno nuestro centro de interés.
Tres son las características del pastor que la Iglesia de todos los tiempos ha de cuidar en su manera de estar presente en la sociedad.
En primer lugar, la paciencia del pastor. El pastoreo no es el único oficio que requiere paciencia, pero sin duda se significa de un modo especial en el. El pastor está; más aún, su oficio es estar. Falta a su tarea cuando se ausenta. Y de alguna manera el rebaño lleva su ritmo. En la acCión evangelizadora, y en cualquier ámbito de la vida, el saber estar es un valor; y muy al contrario, la impaciencia, se convierte en un modo asfixiante de improductividad que poco tiene que ver con los tiempos de la fe.
En segundo lugar, la sintonía con el rebaño. Al pastor le va la vida con el rebaño; al rebaño le va su alimento con el pastor. Hay una fusión de horizontes en esa experiencia que no es nada despreciable. Una Iglesia siempre a la greña con la sociedad nunca podrá cumplir con su misión. Son necesarios espacios de acogida y tiempos de encuentro. De lo contrario la comunidad cristiana vivirá con la sensación de que la tierra en la que se deposita la semilla del Reino, será siempre baldía.
En tercer lugar, el valor de dar la vida. El pastor da la vida por el rebaño. Y se trata de identificar quién da la vida y por qué se da. Hay un juego de de palabras en este punto que es muy pertinente. No se trata de "dar la vida" por Cristo; se trata de "dar la vida" como Cristo. Es absurda una vida de fe contemplativa de Cristo. La contemplación cristiana consiste en acertar a contemplar como Cristo y a quien Cristo contemplaba.
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