domingo, 23 de julio de 2023

EVANGELIO DEL DOMINGO 23 DE JULIO. SEMANA 16ª DEL TIEMPO ORDINARIO.



EVANGELIO

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: 
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero'."»



Mateo 13,   24-30
COMENTARIO

Las parábolas nos ponen sobre aviso de los sentimientos que pueden oscurecer el reino. El reino está ya entre nosotros. Se trata de acertar a identificarlo. Si descubrirlo es un arte y velarlo es un peligro, intentarlo controlar quizás nos haga irresponsables guardianes de la nada. De ahí el paradójico contenido de las parábolas del reino. Adentrarnos en ellas es una aventura que se antoja ilusionante.


Por eso mismo, los testigos de hoy han de conocer el riesgo de un anuncio del reino que, en ocasiones, pudiera  rozar lo sectario (o trigo o cizaña). 

Esto pasa cuando pretendemos unos estándares de calidad evangélica que contrastan en exceso con lo que puede dar de sí la historia. La realidad es la que es, y el mejor de los cántaros puede agrietarse. 

La maestría de Jesús consistió, no en exponer cántaros perfectos, sino en recordar cómo la vasija quebrada puede albergar un manantial inacabable y ser fuente de vida. 

La realidad está cargada de una lúcida ambigüedad; y digo lúcida porque sin discernimiento ni los Magos hubieran llegado al portal, ni los de Emaús hubieran disfrutados de aquella partición de pan que al final les abrió los ojos.


Y es que la ambigüedad es pariente no pocas veces de la pluralidad, por eso hay que ser exquisitos en el mirar la realidad, no sea que con la buena intención de preservar la verdad no caigamos en la cuenta de su fragilidad. 

Por eso hay que tener mucho cuidado para no invertir la lógica del ver-juzgar-actuar; cuando invertimos esta lógica, partimos de un juicio (generalmente ciego-fariseo-), que deviene en acción normativa y que sólo después se esfuerza por un ver lastimero

Para entonces, "el que ha sido visto" está ya de vuelta del reino de taifas en que se ha convierte, en este caso, el reino de los cielos.

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