martes, 6 de abril de 2021

EVANGELIO DEL MARTES, 6 DE ABRIL. SEMANA 1 DEL TIEMPO DE PASCUA.


EVANGELIO
“En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les contesta: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice: ¡Rabboni!, que significa: ¡Maestro! Jesús le dice: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha dicho esto”.

Juan 20, 11-18

COMENTARIO

La narración del encuentro de Magdalena con Jesus Resucitado responde al esquema típico de los relatos de las apariciones de Jesús: tristeza, confusión, asombro y sensación de volatilidad de lo divino. Más allá de las anécdotas que tiene el texto descubrimos dos grades verdades.

Probablemente, la primitiva comunidad cristiana tuvo los mismos problemas que nosotros para sentir la vida resucitada y sentir la propia vida como "vida resucitada. Todos los encuentros de los discípulos y discípulas son “confusos”; todos los encuentros tienen una “dificultad” de percepción. 

La primitiva comunidad es muy “honrada” y “novela”, de algún modo, estos encuentros. Lo que está claro es que aquella primitiva comunidad sintió que la vida le había cambiado o estaba en trance de cambio. 

La carta del apóstol Pedro que leemos hoy en el "Oficio de Lectura", así lo afirma: "Mirad que habéis vuelto a nacer...por eso, despojaos de toda maldad, de toda doblez, fingimiento, envidia... Como el niño reciben nacido ansía la leche... ansiadla también vosotros..." (1Pedro, 1)

Magdalena nos certifica la ambigüedad de lo divino, dándonos entender que el claroscuro de la historia nos acompaña siempre. 

En segundo lugar: nadie puede apropiarse de Dios. El “noli me tangere” –no me toques-, significa que ningún lenguaje, ninguna institución, ningún “iluminado” puede decir Dios es “esto” y no “esto otro”. 

A Dios nos “aproximamos”, es decir nos a-pro-jimamos (nos hacemos prójimos de él). Hoy cobra especialmente fuerza la frase de la Primera carta de Juan: "Si alguno dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un farsante" (1 Juan 4, 20). Desde el testimonio de Jesús, la projimidad es el "nuevo escenario de lo divino". 


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