martes, 23 de febrero de 2021

MARTES DE LA SEMANA 1ª DE CUARESMA. EL EVANGELIO DEL 20 DE FEBRERO.



EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»

Mateo 6, 7-15

COMENTARIO

Desde pequeñitos, en nuestra tradición judeo-cristiana, hemos aprendido que “Dios es Padre”. Probablemente el texto que leemos hoy sea una de las bases bíblicas para poder referirnos a él con dicha afirmación.

Quizás, para acoger en el “hoy” de nuestra vida esta afirmación-convicción de Jesús, tendríamos que introducir un pequeño matiz en la “afirmación”: “Dios es como un padre” o “como una madre”. Tan importante es lo de "padre o madre" como lo del "como". No hay que absolutidad nada.

Ciertamente, en tiempo de Jesús, fue un avance tremendo que el propio Jesús realizara esa afirmación y que fuera expresión de su “sentimiento divino”. Fue un avance porque, de ser el Dios judío un “innombrable”, un “príncipe”, un “guerrero”… - todas ellas imágenes divinas del Yahve en el antiguo testamento- pasó a ser sólo un padre.

En alguna otra ocasión he comentado que en el “debe” o en “haber” de Jesús de Nazaret (dependiendo de quién haga el balance final) habrá que anotar esta obsesión por su parte de anunciar y ser él mismo un “Dios venido a menos”. 

Efectivamente, Yahvé, sólo un Padre; el mismo Jesús, sólo un Hijo. Por curiosidad, si echáramos una ojeada al panorama de “dioses” de la época en que se desarrolló el tardo-judaísmo y el comienzo del cristianismo, observaríamos  cómo el cristianismo no ofrecía una propuesta “fuerte” de Dios, más bien sería un Dios más “líquido” –colmo se dice ahora-. No en vano fue “liquidado” en una cruz.


Quiero decir con esto que llamar a Dios Padre no deja de ser un “riesgo”. En el mejor de los casos los padres siempre llevan razón, te quieren hasta el extremo y dan la vida por ti. O dicho con otras palabras: “dan todo lo que pueden” pero “no lo pueden dar todo”. 

Su omnipotencia no es absoluta, o mejor dicho, su omnipotencia sólo es su infinito amor. Que no es poco por cierto, pero en una sociedad en la que todos “jugamos a ser dioses”, un Dios que “juega” a ser tan vulnerable como un Padre o una Madre, o como un Hijo, tiene problemas serios de credibilidad “divina”. 









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