EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
Mateo 6, 7-15
Desde
pequeñitos, en nuestra tradición judeo-cristiana, hemos aprendido que “Dios es
Padre”. Probablemente el texto que leemos hoy sea una de las bases bíblicas
para poder referirnos a él con dicha afirmación.
Quizás,
para acoger en el “hoy” de nuestra vida esta afirmación-convicción de Jesús, tendríamos que introducir un pequeño matiz en la “afirmación”: “Dios
es como un padre” o “como una madre”. Tan importante es lo de "padre o madre" como lo del "como". No hay que absolutidad nada.
Ciertamente,
en tiempo de Jesús, fue un avance tremendo que el propio Jesús realizara esa
afirmación y que fuera expresión de su “sentimiento divino”. Fue un avance
porque, de ser el Dios judío un “innombrable”, un “príncipe”, un “guerrero”… -
todas ellas imágenes divinas del Yahve en el antiguo testamento- pasó a
ser sólo un padre.
En
alguna otra ocasión he comentado que en el “debe” o en “haber” de Jesús de
Nazaret (dependiendo de quién haga el balance final) habrá que anotar esta
obsesión por su parte de anunciar y ser él mismo un “Dios venido a
menos”.
Efectivamente, Yahvé, sólo un Padre; el mismo Jesús, sólo un Hijo. Por
curiosidad, si echáramos una ojeada al panorama de “dioses” de la época en que
se desarrolló el tardo-judaísmo y el comienzo del cristianismo, observaríamos
cómo el cristianismo no ofrecía una propuesta “fuerte” de Dios, más bien
sería un Dios más “líquido” –colmo se dice ahora-. No en vano fue “liquidado”
en una cruz.
Quiero
decir con esto que llamar a Dios Padre no deja de ser un “riesgo”. En el mejor
de los casos los padres siempre llevan razón, te quieren hasta el extremo y dan
la vida por ti. O dicho con otras palabras: “dan todo lo que pueden” pero “no
lo pueden dar todo”.
Su
omnipotencia no es absoluta, o mejor dicho, su omnipotencia sólo es su infinito
amor. Que no es poco por cierto, pero en una sociedad en la que todos “jugamos
a ser dioses”, un Dios que “juega” a ser tan vulnerable como un Padre o una
Madre, o como un Hijo, tiene problemas serios de credibilidad “divina”.
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