miércoles, 27 de enero de 2021

MIÉRCOLES DE LA 3 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.



EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

Marcos 4, 1-20
COMENTARIO

En la parábola que escuchamos hoy la Palabra, la experiencia de Dios, el Misterio que llevamos entre manos…, cabe que sea no valorado, maltratado, despreciado, asfixiado… “¿y qué?” –vendría a decir a Jesús.

La Palabra adquiere su sentido cuando se pronuncia, y si se pronuncia, cabe que sea acogida, fructificada, despreciada  o malinterpretada. Pero la Palabra no puede ser callada porque no sería Palabra, sino silencio.

Cuando no convertimos en palabra nuestro sentimientos, sencillamente no existen, a no ser que otro lenguaje distinto nos permita expresarlo.

Por eso Jesús, que se siente como Hijo, Palabra del Padre, no puede callarla ante nadie aún a costa de ser silenciado o malinterpretado. Jesús, como Palabra, carecería de sentido si de tal riesgo quisiera cuidarse.

Hoy es un buen día para plantearnos que no podemos ser roñosos en nuestra tarea evangelizadora. Son muchos los momentos en los que nos consideramos jueces de la Palabra: “tu te la mereces… tu no”; pero ante el Maestro de Galilea, generoso Él, a mayor juicio, mayor ridículo; a más sentencia, menos Palabra.

Me imagino a Jesús diciéndonos hoy, “no tengáis miedo a pronunciar la Palabra, aún a riesgo de ser Palabra herida, palabra crucificada”.

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