domingo, 13 de diciembre de 2020

EVANGELIO DEL DOMINGO 13 DE DICIEMBRE. SEMANA 3 DEL TIEMPO DE ADVIENTO

 

EVANGELIO 
Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz, 
para que por él todos vinieran a la fe. 
No era él la luz, 
sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
– «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas:
– «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron:
– «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
El dijo:
– «No lo soy.»
– «¿Eres tú el Profeta?»
Respondió:
– «No.»
Y le dijeron:
– «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó:
– «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
– «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió:
– «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Juan   1,2-16.19-28


COMENTARIO

Juan el Bautista es uno de los grandes personajes de adviento. Sugerente y comprometedor como nadie, el pensamiento cristiano siempre lo ha percibido como iniciador del camino propuesto posteriormente por Jesús.

A sí mismo Juan se llama la "Voz". Resulta conmovedor. San Agustín señala con mucho acierto que Juan es la Voz y Jesús en la Palabra

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida la propuesta que nos hace el evangelio de hoy resulta interesantísima; nuestra comunicación y nuestra tarea evangelizadora se nutre del sentimiento que simbólicamente nos ofrece el Bautista.

Las personas somos VozPalabra, y Silencio. Nuestra comunicación con los demás necesita de Voz, Palabra y Silencio. Nuestra tarea evangelizadora ha de ofrecer Voz, Palabra y Silencio.

Una Voz sin palabra, resulta vacía e inútil su esfuerzo locuente. Una voz sin palabra es poco mas que un chillido amorfo que espanta y que no edifica nada. Tendríamos que revisarnos los evangelizadores de hoy cuando nos convertimos en Voceros de nadie y de nada porque nuestro anuncio se ha vaciado de la Palabra. Cuando esto ocurre nos anunciamos a nosotros mismos, y nuestra evangelización es de vuelo corto.

Una Palabra sin Voz, es una palabra ausente. Está... pero como si no estuviera. Una Palabra no dicha es como una semilla que no se planta. Acaba irremediablemente en la esterilidad. Los complejos, los miedos, la vergüenza, los cansancios, quizás se adueñen de nosotros y frustre nuestra tarea.

Y el Silencio. Los silencios son necesarios en la tarea evangelizadora. El silencio favorece la escucha y calma el cansancio. El silencio elocuente favorece la posibilidad de que lo peor de nosotros no nos degrade y lo mejor pueda ser recibido con nitidez.

No es fácil saber cuándo hay que priorizar la Voz, la Palabra o el Silencio. En esta tercera semana de adviento, una bella oración podría consistir en detectar cuál de estas tres actitudes necesita más nuestra vida.


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