miércoles, 30 de septiembre de 2020

EVANGELIO DEL MIÉRCOLES 30 DE SEPTIEMBRE. SEMANA XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO


EVANGELIO
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

Lucas  9, 57-62

COMENTARIO

Ya hemos dicho en alguna que otra ocasión que para el “judío de bien”  “casa y familia” son sagradas. La “casa” como expresión de la tierra, la “familia” como expresión de la descendencia. Tierra y descendencia recordad que eran las dos promesas fundacionales del judaísmo abrahámico.

Por tanto, no tener donde reclinar la cabeza (no tener casa), no enterrar a tu padre (no “sacralizar” la familia) y no echar la vista atrás (es decir, no vivir fiados del “dios de nuestros padres”)… todo esto… supone situarse en perspectiva claramente conflictiva con el judaísmo más ortodoxo.

Jesús se presenta, por tanto, como la nueva casa y la nueva familia. El texto de hoy es una manera de decir que la vida la vivimos “al día” y que de Dios se tiene experiencia “caminando”, es decir, construyendo la historia y construyéndote personalmente cada día.

No vendría mal que como Iglesia también nos miráramos en este texto, a modo de espejo. Porque una Iglesia obsesionada con el pasado y la “santa tradición” (en el peor de los sentidos de la palabra “tradición”) pudiera ser una clara expresión de un “muerto necesitado de ser enterrado”, y un museo lleno de un ¿bello? pasado.








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