domingo, 15 de marzo de 2020

EVANGELIO DEL DOMINGO 15 DE MARZO. SEMANA 3º DEL TIEMPO DE CUARESMA

EVANGELIO
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. 
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. 
La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. 
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» 
La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» 
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.» 
La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.» 
Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.» 
La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.» 
Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.» 
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

Juan   4, 5-42

COMENTARIO

El pozo, el agua, los templos.... todo es accesorio en este curioso y precioso episodio de la vida de Jesús junto al pozo de Sicar. 

Al final, todo en el texto está preparado para descubrir que se trata solo de dos seres humanos y del sentido de sus vidas. Pero que al tiempo nos habla de una religión caduca (el judaísmo en tiempo de Jesús), y una nueva sensibilidad (la cristiana) que intenta abrirse paso en la vida del espíritu.

El hombre, Jesús, que aparece como una ser logrado capaz de generar en torno a sí vida buena y vida nueva, es decir, vida que no mira con fijeza al pasado y que, en cualquier caso sabe, que nuestro gran punto de encuentro siempre se encuentra en el futuro.

La mujer samaritana, que en este caso es signo de un tiempo cansado y caduco con dificultades de abrirse paso en la vida. Un pasado que le pesa, y un futuro que no acaba de abrírsele.

Pero acontece el milagro. El diálogo echa por tierra la vieja ley judía (esos son, simbólicamente, los cinco maridos), despertando a la mujer a un futuro hasta ese momento difícilmente entrevisto.

Jesús, como tantas veces hizo, abrió los ojos de aquella buena mujer. El agua viva es el futuro hasta ese momento negado para ella. Y ella, se convierte en discípula.

Es curioso cómo los personajes más sublimes del evangelio son personas sin nombre, de pasado oscuro y presente comprometido: el hijo menor del padre bueno en Lucas, o la mujer Samaritana de Juan.

Cuándo descubriremos en la Iglesia, que la respuesta a nuestros problemas de ahora no la podemos encontrar mirando hacia atrás, sino emprendiendo, desde la hondura evangélica originante, un éxodo liberador de un reciente pasado que nos asfixia.


PD. Os enlazo a la misa de Francisco en Santa Marta. Contrasta la sencillez del Papa (incluso sin báculo ni mitra) con la pomposa e inútil puesta en escena de algunas misas de hoy (sin gente) que he podio ver por televisión. Confieso que, hasta hoy, nunca había visto la misa de "La Trece".









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