lunes, 24 de febrero de 2020

EVANGELIO DEL LUNES 24 DE FEBRERO. SEMANA 7ª DEL TIEMPO ORDINARIO



EVANGELIO
En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
Él les preguntó: «¿De qué discutís?»
Uno le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.»
Él les contestó: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?»
Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.»
Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.»
Entonces el padre del muchacho gritó: «Tengo fe, pero dudo; ayúdame.»
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.»
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Él les respondió: «Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.»
Marcos   9, 14-29

COMENTARIO

El texto del evangelio de hoy, aislado de su contexto, es raro y casi absurdo. Si somos incapaces de entrar dentro del texto, Jesús no pasa por ser más que un "curandero" más de su tiempo. Buen hombre, sí, pero en absoluto revelador de una alternativa manera de vivir. ¿Cuáles son entonces las claves del texto?

Hay una clave crucial en este texto:  el espacio y el tiempo. Efectivamente; se produce en el llano, no en la montaña. Y se produce inmediatamente después del episodio de la "transfiguración" -el evangelio que leímos el sábado- en el que Jesús se presenta como el nuevo Moisés, el nuevo "liberador de Israel".

En el texto hay contraste de espacios: mientras que en la montaña de la Transfiguración hay "gloria" y "lucidez", en el llano hay "discusión" y "oscuridad".

Y en el texto hay contraste de tiempos: mientas que en el Tabor se revela el anuncio de un tiempo nuevo para Israel, en el llano, está ocurriendo "lo de siempre" -espiritus que campan a sus anchas por los interiores del ser humano y que le incapacitan para la vida-.

La llegada de Jesús provoca el encuentro entre el "anuncio de lo nuevo"  y "lo de siempre". La "altura" del Tabor se hace presente (se encarna) en el llano "diabólico" (disculpad la dureza de la expresión).

El evangelista quiere transmitir que el "ser humano" tiene el riesgo de revolverse contra sí mismo ("el espíritu retorció al niño"). O dicho con otra palabras: el individualismo no es sólo la enfermedad social del presente, más bien se trata de la tentación constante del ser humano. 


A poco que dejamos de "confiar" y de "esperar", nos miramos el ombligo y nos pasamos la vida convirtiendo a nuestros labios en verdugos violentos de quienes viven con nosotros. La clave de solución del problema nos la ofrece Jesús.

En primer lugar,  la confianza ("gente sin fe...todo es posible para el que tiene fe"). Aquí la fe-confianza, es la actitud del que no da nada por perdido y siempre lo intenta. Desde pequeño vivía así el niño -dice el texto-; y es que la permanencia en nuestros errores, la connivencia con nuestra propia mediocridad nos retuerce y nos aísla  Ya lo hemos dicho en alguna ocasión, se trata en este caso de otra manifestación más de ese "dulce encanto de nuestras esclavitudes".

En segundo lugar, la oración, o lo que es lo mismo: la necesidad que tenemos de salir de nosotros mismos y elevarnos por encima de nuestras palabras. Orar no es hablar alocadamente, es más bien estar a la espera atenta del amor presente a nuestro alrededor. Ya lo dijo la santa de Ávila: "¡qué otra cosa es orar, más que estar  con quien sabemos que nos ama!". Salir de uno mismo y sentirse necesitado -orar- es la segunda de las claves.

Y la tercera, el ayuno, o dicho en lenguaje moderno: adelgazar el "yo". A fuerza de auto-estimarnos, poco a poco nos estamos incapacitando para el aprendizaje. Necesitamos ayunar, es decir, poner entre paréntesis nuestras verdades, nuestras palabras, nuestras identidades, nuestros derechos in-negociables. Un exceso de auto-estima nos puede incapacitar para "dejarnos querer" por el otro, allí donde más muda y sorda puede ser nuestra vida.


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