jueves, 16 de enero de 2020

EVANGELIO DEL JUEVES 16 DE ENERO. SEMANA 1ª DEL TIEMPO ORDINARIO.


EVANGELIO

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.


Marcos 1, 40-45
COMENTARIO

A poco que nos detengamos unos instantes en los textos evangélicos que describen milagros, es fácil detectar que, junto al llamado milagro, siempre hay una acción sorprendentemente reveladora que lo acompaña. Ayer, si recordáis, era el hecho de "ponerse a servir" después de estar curada la suegra de Pedro.

Hoy vuelve a aparecer otra de estas acciones reveladoras típicas del evangelista Marcos: la obligación que impone Jesus al curado de cumplir con la institucionalidad judía (presencia ante el sacerdote más ofrenda) después de haberse curado.

Esto manifiesta dos cuestiones: en primer lugar, si eso era prescrito por las ley es porque la curación, tratárase o no del curandero Jesús o no, era un hecho, o cuando menos una posibilidad. En segundo lugar, Jesús reconocía un valor a las instituciones judías, porque de lo contrario  no tendría sentido tal envío a no ser para demostrar al sumo sacerdote el poderia de Jesús (cosa que no parece muy probable de acuerdo a la personalidad de Jesús).

Pero finalmente, resulta también curioso cómo el "curado" pasa de institución y se dedica a contar y anunciar lo que le ha ocurrido, sin presentarse ante los sacerdotes.  Jesús no le riñe por proceder de tal modo.

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, bien podría tratarse de un sugerente aviso a la hora de valorar el papel de las instituciones religiosas en la fe de las personas. Ciertamente las instituciones, las oficialidad religiosa, tiene su papel en los procesos de fe; sobre todo si son muchos los fieles de una confesión religiosa; alguien tiene que organizar la gestión de lo religioso.

Pero, las instituciones religiosas no pueden convertirse en sagradas; cuando esto ocurre se formaliza un ídolo que incluso acaba tiranizando a la realidad sagrada que anuncia.

A Jesús le importaba la persona, todo está en función de ella. Cometemos un error cuando enfrentamos al ser humano con Dios como si fuera antes una realidad que la otra. Y no es así.

El ser humano es divino, y la divinidad contiene a la humanidad. Absurda es una fe y una teología que no ha descubierto que humanidad y divinidad son como las dos caras de una misma moneda o las dos partes de una hoja.

Por esta razón entre otras, el evangelista Juan se atrevió a definir a Dios como amor; y para que haya amor, ha de haber relación.


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