lunes, 20 de noviembre de 2023

EVANGELIO DEL LUNES 20 DE NOVIEMBRE. SEMANA 33 DEL TIEMPO ORDINARIO.


EVANGELIO

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo: «Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó: «Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Lucas   18, 35-43


COMENTARIO

El pobre ciego del evangelio de hoy tuvo suerte. Se encontró con una persona que “marcó tendencia” y le marcó su vida. Estoy seguro de que si el ciego se hubiera encontrado con el sumo sacerdote, su vida habría continuado en la misma miseria. Pero, por suerte, se encontró con Jesús. 

Resulta que el ciego lo era por maldición de Dios. La ceguera, en el bruto sistema de vida judío (visto desde nosotros, desde luego), era una maldición de dios (por respeto pongamos a este dios con minúscula). Podéis comprobarlo en el libro del Deuteronomio 28, 29. 

Al sistema social judío no se le escapaba nada, era perfecto, por eso estipulaba en su base legislativa que los ciegos, malditos ellos, no podían ofrecer culto a dios (libro del levítico 17-20). 

En esto llega Jesús y le viene a decir al ciego que le importa muy poco que dios (con minúscula) haya pronunciado una maldición sobre él. A él le interesa su vida, que vea bien, que acierte a vivir con todos los sentidos, que sea feliz; si eso es lo que quiere el ciego por qué no va Jesús a propiciarlo. 

Yo me imagino a Jesús pensando: “¿hay algo más humano que  querer ser feliz, hay algo más noble que intentar cada día la vida?. Yo he venido para liberar y curar, no para hurgar en la herida; yo he venido para bendecir, no para maldecir; y mi Padre es experto en bendecir.” 

Y se produjo el milagro. Milagro que más allá de consistir en una vista recuperada, significaba sentirse bendecido y no cuestionado; sentirse próximo a Dios, y no lejos de su presencia.

Hay que decir que el ciego no hizo unos ejercicios espirituales, ni se arrepintió de nada. Simplemente mostro un deseo: “que vea Señor”; y Jesús, por su parte, no impuso una penitencia que le sacara de su maldición e impureza, sino que al instante le dijo “recobra tu vista”.

En el ciego se produjo la unión entre la misión (de Jesús) y la visión (del ciego).
Hoy puede estar pasándonos lo mismo en nuestras iglesias. Cuando "misión" y "visión" no coinciden, mareamos la tarea evangelizadora hasta el punto de hacerla inane e inerte.

Regañar y mandar callar siempre fue la estrategia de quienes viendo, no visionan.

Un comentario sobre la ceguera como problema teológico, podéis leerlo aquí.Y también pulsando en este punto rojo de más abajo.

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