miércoles, 3 de abril de 2019

EVANGELIO DEL JUEVES 4 DE ABRIL. SEMANA 4ª DEL TIEMPO DE CUARESMA


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. 
Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»

Juan   5, 31-47

COMENTARIO

El texto del evangelio de hoy es durísimo. Ya no estamos hablando de parábolas bucólicas que  expresan, por comparación, la indiferencia, la terquedad o la negligencia de la clase dominante del clero judío.  

En este caso estamos ante una acusación directa de Jesús a los dominantes religiosos de su tiempo. Y la acusación se ofrece sin disimulo por parte de Jesús: “sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?”


Jesús, en el nombre de Dios, viene a desmontar a la casta judía del momento que se consideraba intocable (“vosotros, que aceptáis gloria unos de otros”), y a quien viene con esas ínfulas se le rechaza porque no es coherente con la “defensa” de los propios intereses. Por eso mismo no aceptan el testimonio de Jesús. 

Y Jesús, lejos de amilanarse, se crece y se coloca incluso más arriba que Moisés (“Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él”).

A la luz de esta lectura del texto el aviso para navegantes es al mismo tiempo sutil y contundente: auscultemos nuestro corazón, no sea que más que amor existan “distracciones” que nos alejen de la única razón de vivir que nos ofrece el nazareno: entregar la vida, entregándote por amor.

PD. En el enlace siguiente, puedes encontrar una lectura teológica sobre los cambios en la Iglesia. La estética (y la sensatez) de los mismos depende, en parte, de los medios bellos o feos que se empleen.












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