domingo, 27 de enero de 2019

EVANGELIO DEL DOMINGO 27 DE ENERO. SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO

EVANGELIO
Ilustre Teófilo:
Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, 
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, 
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba, y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
–Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

Lucas   1, 1-4; 4, 14-21
COMENTARIO

Desconocemos qué fue de Santa Ana, la abuela de Jesús; pero quiero pensar que, ya difunta la mujer por la esperanza de vida en aquel tiempo, la reacción de Jesús en la sinagoga de Nazaret se debió a que no tenía abuela y, ciertamente, hablaba de sí mismo tal y colmo las abuelas y los abuelos hablan de sus nietos y nietas.

Efectivamente, las expectativas de Jesús sobre sí mismo eran más que complacientes: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor".

Pero las expectativas quedaron muy reducidas tras tres años de vida pública. Es cierto que Jesús hizo alguna que otra curación, pero también es verdad que junto a sus incondicionales se ganó a algunos enemigos. Y, fruto de su tarea, se encontró con la muerte que al final resultó ser generadora de una vida más plena de cuya siembra aún sigue habiendo fruto.

El mundo, ciertamente, no lo cambió, pero también es verdad que sin él, el mundo hubiera sido distinto.

Cuando leemos el evangelio veintiún siglos después, la gran lección que aprendemos quizás consista en aprender a vivir los "grandes relatos" en las "pequeñas acciones" del día a día. Nosotros tampoco cambiaremos el planeta, pero sí que podemos generar dinámicas de sentido en nuestro pequeño mundo cotidiano.

Quizás no se mucho, pero probablemente es suficiente para llenar, con paciencia, de humanidad nuestra vida.








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