En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:
–¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó:
–¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilato replicó:
–¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó:
–Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo:
–Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
–Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
–¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó:
–¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilato replicó:
–¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó:
–Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo:
–Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
–Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
Pilato replicó:
– ¿Y qué es la verdad?
Juan 18, 33-37
COMENTARIO
La Fiesta de Cristo Rey que celebramos hoy y que coincide con el final del ciclo
litúrgico, previo al comienzo del Adviento el domingo próximo, nos pilla a los cristianos con el pie cambiado, dado el desgaste de las monarquías y realezas en este primer cuarto del siglo XXI.
La palabra "rey" tiene para nosotros unas connotaciones que quizás no las tuviera en el judaísmo del siglo I, y menos en la cansada Europa de comienzos del siglos XX, tiempo en que Pio XI instituyó esta fiesta. Yo creo que habría que revisarla...¡tantas cosas hay que revisar!
Lo cierto es que, sea lo que fuere en el siglo I, este diálogo entre Jesús y Pilato es genial. Aunque más que diálogo, es un anti-diálogo, porque aunque se escuchan, no se comprenden.
Pilato y Jesús no entienden lo mismo por "realeza. Para Pilato, da la sensación de que Rey es quien piensa en sí mismo y así lo manifiesta; por eso no comprende la debilidad del rey Jesús. Consecuentemente, Jesús no tiene más remedio que declarar que su reino no es de este mundo, es decir, que su reino consiste en otra cosa.
Para Pilato, un testigo de la verdad no puede aparecer como aparece Jesús en el Pretorio. De ahí que acabe abruptamente el texto con la más cínica frase que tiene la biblia: ¿qué es la verdad?
Cuando traemos el evangelio al hoy de nuestra vida, ciertamente este texto se convierte en revelador sobresaliente de una experiencia incuestionable, a saber, la permanente tensión entre el interés excluyente (Pilato) y la pasión integradora (Jesús).
Pilato es portador de una verdad de la vida que empieza y acaba en sí mismo. Es signo de un "egoísmo ilustrado", muy de hoy, que se construye fundamentalmente a base de admitir unos daños colaterales necesarios para poder auto-sobrevivir (o auto-super-vivir) en esta sociedad, sin que nadie nos levante los pies del suelo.
Jesús es testimonio de una verdad alternativa, en la que no cabe nunca la indiferencia ante el mínimo sufrimiento del prójimo. Por eso, la verdad de Jesús es él mismo, pero renunciando a coronas y ropajes refulgentes y admitiendo en su propia carne las cicatrices de su amor, no-pudiendo hacer nada cuando levantan no sólo sus pies, sino todo su cuerpo crucificado, como signo irreverente del precio que tiene, en ocasiones, pensar más en el otro que en sí mismo.
Pilato y Jesús son dos modelos de verdad. ¿Qué es la verdad? -se pregunta Pilato; la verdad soy yo -contestaría Jesús. La pregunta del primero, pertrechado de armas y seguridad, es cínica; la respuesta del segundo, despojado de sus vestiduras quizás, es apasionada.
Cuando ese diálogo vuelve a resonar en las iglesias y en los cristianos de hoy, nos coloca en la incómoda decisión de sopesar en qué consiste la "realeza" de nuestra vida: bien en afincarnos en la indiferencia de Pilato, bien en arriesgarnos a la intemperie de Jesús.
El mensaje de la semana, en video, aquí podéis verlo.
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